El otro lado de la esperanza

El otro lado de la esperanza

 

 

“Todos somos iguales, todos somos humanos”

El cineasta Aki Kaurismäki es conocido por abordar temas en trilogías, algunos lo conocen tan solo por sus películas premiadas como Nubes pasajeras (1996), El hombre sin pasado (2002), El puerto (2011), entre otras. Pero en estos momentos nadie puede obviar que Kaurismäki actualmente está generando polémica en Europa y el mundo por sus declaraciones sin tapujos. Al mismo tiempo es un director de sensibilidad extrema y una solidaridad con los refugiados loable.

El otro lado de la esperanza (2017) es una película finlandesa que narra el cruce de dos historias. La primera habla de Khaled, un joven refugiado sirio que ha perdido a su familia pero mantiene la esperanza de volver a ver a su hermana. Khaled llega a Helsinki en un barco, por casualidad y huyendo del odio de los neonazis en otras partes de Europa, pide asilo sin grandes esperanzas a las autoridades finlandesas pero ante todo conserva la esperanza de volver a ver a su hermana. La segunda historia gira en torno a Wikström, un hombre mayor dedicado a la venta de camisas y cansado de los problemas maritales. Wikström decide vender todo su negocio e invertir su dinero en el juego de póker y corre con la suerte de ganar y que no lo maten, así puede comprar un restaurante en un sitio poco frecuentado y dedicarse a otra actividad.

La vida de estos dos hombres se cruza en dos momentos al inicio de la película cuando Khaled ha bajado del barco y después se vuelven a encontrar cuando Wikström encuentra a Khaled durmiendo a las afueras de los basureros del restaurante después de huir de las autoridades finlandesas. ¿Pero qué hace interesante esta historia? Me atrevo a mencionar algunos puntos y con el cuidado de no caer en spoiler.

Primero, la película tiene una crítica sutil pero visible a la hipocresía del gobierno y autoridades finlandesas o países nórdicos (bien podría ser cualquier gobierno u autoridad de Europa) dónde se cumplen protocolos pero no se dan respuesta verdaderas al éxodo de las y los sobrevivientes del conflicto bélico en Medio Oriente. Segundo, hay un mensaje claro de llamado de atención dónde nos recuerda que las y los refugiados son invisibles para quienes no desean verlos. Y esto sucede en las carreteras dónde miles en filas van y vienen buscando un refugio para salir de ese infierno. Tercero, en Finlandia, Europa y el mundo también hay gente sensible (buena), dispuesta ayudar a las víctimas de estos conflictos bélicos aunque sus gobiernos no quieran hacerlo y acá es dónde definitivamente la película se vuelve esperanzadora y, cuarto, el director rompe con el estereotipo que las y los refugiados son una plaga que viene a robar, matar y saquear (poner bombas) sin caer en un drama exagerado estilo Hollywood (y como ejemplo algunas películas del Holocausto), y por lo cual nos deja ese hermoso final abierto en la película que bien podría ser bueno o malo para Khaled.

Aki Kaurismäki es uno de esos directores que todavía son capaces de usar el cine para transmitir mensajes políticos y generar empatía con las realidades sociales de las y los menos favorecidos así como las y los oprimidos sin caer en los dramas exagerados o comedias irrespetuosas. Para algunos el humor de Aki Kaurismäki es ingenuo y quizás sus personajes sean absurdos; pero definitivamente es un cine cargado de humanidad que sabe usar el humor para cuestionar e incomodar. En estos días donde estamos en presencia de un extermino, el cine como este es necesario sino es que obligatorio para despertar conciencias. Como diría el mismo director “hasta los perros tienen más bondad que nosotros”.

 

Lourdes Soto. Tegucigalpa, Honduras (1986). Licenciada en Trabajo Social por la UNAH, estudiante del Máster en Relaciones de Género en la Universidad de Zaragoza, España. Fotógrafa, ha expuesto su trabajo en Honduras e Italia y en otros medios electrónicos. Aprendiz de poeta, bailarina frustrada, viajera incurable, feminista de tiempo completo, amante del cine y todas las artes.