La vida ilustre del doctor Antonio Ramos

Conocí al doctor Antonio Ramos en octubre de 2010 cuando fui a entrevistarlo porque Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno de la Ciudad de México, le había otorgado el premio “Ángel de la Independencia” por sus logros al prestar servicio a la comunidad mexicana.

“Es una persona muy visionaria”, me dijo Netzalcoyotl Roldan, quien en ese entonces representaba al gobierno de la Ciudad de México en Chicago.

En ese tiempo, yo trabajaba para el Servicio de Noticias EFE de España y cubría el área de Chicago. Estaba en constante alerta sobre todo lo que tenía que ver con los mexicanos, pero también con los otros inmigrantes latinos. 

Al terminar la entrevista, le tomé una foto al doctor Ramos y para mi sorpresa, el doctor me dirigió varias preguntas. Quería saber para quién trabajaba y de dónde era yo. Luego que le contesté me dijo: “Yo creo que lo mando Dios”.

Le pregunté por qué decía eso y me dijo que buscaba a alguien que le ayudara a contar su vida. Mostré interés en el proyecto y decidimos vernos la siguiente semana. 

En la siguiente reunión acordamos que yo lo entrevistaría y grabaría sus respuestas mientras él me contaba su vida.

Veinticinco dólares y un sueño es el título que le di a la vida del doctor y como subtitulo La vida ilustre del Dr. Antonio Ramos y aún más abajo añadí: “Entrevista y edición de Antonio Zavala”.

Después entregué una copia impresa al doctor y a su esposa la doctora Ana Laura Ramos, quien practicaba medicina al lado de su esposo, en su clínica en Pilsen.

Veinticinco dólares y un sueño: la vida ilustre del Dr. Antonio Ramos incluye muchos detalles sobre la vida de este galeno humanista, incluyendo sus años en Ramos Arizpe, su familia, su vida de estudiante en la ciudad de México, los diferentes trabajos que desempeñó ejerciendo la medicina, sus amistades con figuras como Carlos Fuentes, sus puntos de vista y sus viajes al exterior. También incluye su llegada y adaptación a Chicago y su trabajo como doctor de los Chicago Blackhawks, y además el impacto que llegó a tener en la comunidad inmigrante. 

Antonio Ramos falleció el 29 de enero del 2013 en un centro médico de Evanston, Illinois, a la edad de 87 años a causa del cáncer pulmonar. El 2 de febrero se realizó una misa en la iglesia de San Pio V, en Pilsen, para recordar al doctor Ramos.

“Yo tenía solo veinticinco años y contaba con $25 dólares cuando crucé la frontera en 1950. Ir a Estados Unidos fue una aventura realizada por un joven agresivo enfrentando muchísimos retos y logré obtener éxito”, me contó el doctor. “Traía un permiso que se me dio en México para visitar Estados Unidos de dos o tres meses y el oficial de inmigración en la frontera me dijo: ‘Yo no le voy a dar tanto tiempo, le voy a dar una semana’”.

Ya en Chicago, el doctor Ramos tuvo que trabajar cortando tomates en los campos agrícolas de Des Plaines, Illinois, y también trabajó en los hornos de la compañía Nabisco en la ciudad en donde recordó el doctor que ganaba apenas cuarenta dólares a la semana.

Tiempo después, el padre Tomás, de la Iglesia San Francisco de Asís, le ayudó a buscar otro trabajo, pero mientras tanto le dejaba tomar uno o dos billetes de a diez dólares de las colectas dominicales para ayudarlo.

Con esa ayuda encontró un trabajo en Welch, West Virginia, en un hospital de una compañía minera. Atendía a los mineros enfermos y suplementaba su conocimiento obteniendo películas de intervenciones quirúrgicas del Colegio Americano de Cirugías. Ahí duró nueve años trabajando.

De West Virginia, el joven doctor mexicano decidió regresar a Chicago, la gran ciudad al lado del Lago Michigan a la mitad del país.

A su regreso a Chicago, el doctor Ramos trabajó en el Hospital de Veteranos Hines y después de un tiempo abrió su práctica privada en el barrio en torno a la Avenida Milwaukee y de ahí se trasladó al barrio de Lakeview. Abrió su oficina en la Avenida Ashland.

Después de veinte años, se instaló en Pilsen en 1987, donde lo acompañó su tercera esposa, la Dra. Ana Laura Ramos, originaria de Nuevo Laredo, México. No era inusual ver hasta veinte o más pacientes al día.

A través de un contacto, el Dr. Ramos logró ser el galeno que atendió a los atletas lastimados en los juegos de hockey sobre hielo del equipo Chicago Blackhawks. 

Él lo explico así: “Una de mis responsabilidades era estar presente en todos los juegos de casa, atender a los jugadores y al equipo contrario también, pero principalmente al equipo de casa”.

Y en cuanto a los heridos en los juegos que se realizaban fuera de Chicago, sólo se mantenía al tanto de las lesiones que los jugadores sufrían y los continuaba atendiendo en Chicago.

A lo largo de su carrera, el doctor Ramos trabajó durante cincuenta años. Brindo servicio a la comunidad latina, dio clases de medicina en la Universidad Loyola, ayudó a formar a generaciones de doctores, fue cofundador de la Cámara de Comercio Mexicoamericana de la ciudad, y quizás fue el primer mexicano en querer fundar el primer banco mexicano en La Villita en la ciudad.

Ya casi al terminar de completar los tramites de la institución bancaria, la persona clave que lo estaba ayudando falleció repentinamente de un paro cardiaco y la idea de fundar un banco quedó a la deriva hasta que vino otra persona visionaria a soñar el mismo sueño.

Este ilustre mexicano también fue amigo del astronauta Neil Armstrong, el primer hombre en pisar la luna, ya que Ramos, junto a otras figuras importantes como Clement Stone y Bonnie Swearingen, formó parte del American Space Institute, un organismo de la NASA.

Para su honor y gloria este inmigrante que llego sin hablar una palabra de inglés, con el tiempo también obtuvo otros dos títulos de postgrado en medicina de la Universidad de Illinois en Chicago.

Pronto, espero poder publicar una edición de su narrativa para que perdure la memoria de esta figura quien confesó que él ante los retos se engrandecía y nunca daba un paso atrás.

“En la vida, a mí no me asustaron los retos”, contó el doctor Ramos: “No podrían asustarme los retos, eso no es nada para mí. Al contrario, siempre he dicho que ante lo difícil me creía invencible”.