Un poema de Margarita Hernández Contreras

Un poema de Margarita Hernández Contreras

 

En el Páramo de Olvidos y Suspiros

 

Aquí estoy

breve

quebradiza

respirando

envidiando la clorofila de los árboles distantes

del sol, sus rayos

del cielo, su azul sin blancos

del lejanísimo e incesante mar, el verde y la espuma de sus vaivenes

del tiempo impío, los años mozos que me ha robado

años que aburrido ha soltado en el Páramo de Olvidos y Suspiros.

 

Allí van mis años desprotegidos soltando pródigos

una a una todas mis vivencias deshilvanadas

 

Mira, allí estoy: Bebé sobresaltada,

linda como son lindos los bebés.

Linda y apegada a mi madre

aferrada a ella para no morir.

 

Mira, allí estoy: Niña aturdida por el mundo,

enmudecida por abandonos imaginarios,

no por eso menos nítidos ni hondamente sentidos,

“inteligente por tonta”

como dijera después el poeta.

 

Mírame, allí estoy: Joven extraviada

solitaria y necesitada

lacerada por idiotas palabras callejeras

voy herida y supurando esas sílabas soeces

a las que tanto valor les di

sin atreverme a escuchar la dulce poesía

de mi tierno y dúctil corazón

susurrante apenas, apagado

por el temor que lo hizo no dejarme ser

para no verse morir.

 

Mírame, allí estoy: Muchacha enamorada

hilando besos y caricias torpes

mojando el alma

en el hondo corazón del muchacho aquel

que en semen se drenaba en mi entraña.

Aquel muchacho tan necesitado como yo

noble y honrado

espejo (borroso)

donde mi imagen desdibujada nunca se reflejó

como la de mujer plena

reconciliada con ella y con la vida.

 

Avancemos, allá va otro trozo de mí.

Asomémonos.

 

Mírame, allí estoy: Mujer a la orilla de sí misma

siguiendo el cauce de un río artificial

de una ciudad hasta entonces desconocida.

Allí me encuentro con otros fragmentos de mí.

Me voy reconociendo

poco a poco, y sí, asustada.

Acepto que mi feminismo no es oquedad juvenil,

descubro que la belleza y el arte espejean en mi alma,

descubro mi incipiente amor por la naturaleza y el planeta.

Allí me veo sin dios ni religión.

 

Mírame, allí estoy: Madre a los 38.

El poeta se desemboca en mí para verme germinar

“Acuéstate conmigo y serás madre” prometían los de su generación

cuando profetizaban en sus cafés y cantinas.

Yo descreída, desconfiaba de sus metáforas

de sus postales, de sus cartas, de sus borracheras,

de su carcajada explosiva. Cómo creerle

si me llamaba “la diosa enferma”

si hablaba de mi cuerpo

como si fuese deseable piélago

donde se sumergía gozoso con su cetro.

Sin embargo, allí estoy repetida

en la piel morena de mi hija,

en su mirada fija con que me memoriza,

en sus besos y babas que desparrama por mis mejillas

cumplidos apenas los cuatro, cinco meses.

 

Mírame, aquí estoy: Mi cuerpo disminuido,

Sin una de sus poderosas extremidades.

Mi magnífico cerebro ha perdido una batalla.

en la batalla cedió una prodigiosa porción de su masa.

En la batalla de mi vida han caído dos gigantes

mi mano y mi pierna izquierdos.

Lloro por ellos.

Lloremos por ellos.

Fueron espectaculares los 47 años que los tuve.

hábiles y ágiles a pesar de mí

fuertes, flexibles, de verdad maravillosos.

Mi pierna, fuerte pilar para mi rotundo y contundente peso

mi mano, torpe torcaza sobre el teclado de un piano

pero preciso colibrí sobre el de mi computadora.

 

Mírame, aquí estoy: De 53

a veces deprimida y rota

incontinente, vacía

que es cuando la muerte parece opción viable.

 

Mírame, aquí estoy: De 53 y ambivalente

en mi esencia soy solo eso: contradicción.

Para definirme

todos los contrarios en mí se hermanan:

ángeles y demonios

oscuridad y luz

sol y lluvia

desierto y mar

odio y amor

muerte y vida

 

Mírame en aquel otro trozo que rueda para acá

como arbusto desenraizado y seco

generando con su rodar los suspiros de este páramo.

Rebelde y encabronada.

A los 53 una mujer debiese vivir lo que le quede de vida

en sus términos

y no en los términos de sus limitaciones

nunca con un ala rota

muerta la esperanza

desahuciado el horizonte.

 

Mírame, allá vengo. ¿Me ves?

Es difícil reconocerme, lo sé.

Estoy entera, reconstruida,

zurcida por la luna

con los hilos verdes de la esperanza

que esconde en su lado oscuro.

Allí vengo por fin

reconciliada con Dios

por fin declarada suya.

 

 

24, 25, 28, y 30 de abril de 2014

∴ 

Margarita Hernández Contreras, guadalajareña, vive en el área de Dallas. Es traductora profesional del inglés al español. Para comentarios: mhc819@gmail.com