Poemas de Carolina Alvarado
Foto Ruben Martínez R.
Tras poemas a mi abuelo José María López Valdizón,
(Premio Casa de las Américas, 1960, desaparecido en 1975).
Nacer
Una parvada de cuervos negros
picotea tu cabeza y tú te desplomas.
El momento se repite, una y otra, y otra,
y otra vez.
Las mujeres que entonces te amaban
se perdieron buscándote en la morgue.
La mujer que te sobrevivió,
persigue sombras de vos,
duerme sombras de vos
y te busca en el aire.
Del que muere, se recuerda su vida,
del desaparecido, el día que se lo llevaron.
Pero de vos, el día más importante,
debe ser el día que
al salir de la caverna materna
lloraste por primera vez.
Los actos de tu vida,
valen más que el truco de magia negra
que te sacó del mundo.
∴
El fantasma de vos
Un destello de luz
atraviesa la cámara oscura
y en un pedazo de película
graba tu cara con bromuro de plata.
El original de vos, yace en un hoyo negro
o se ha vuelto loco.
Por eso te reconstruyo,
te imagino,
te sueño, y me apego a vos.
Eres el recorte de papel
que se sienta a mi lado
cuando mi ojos se convierten en nubes,
y salen de mí
para llover sobre el reflejo de la luna.
Tu foto es el fantasma
que me mira en silencio
y en ocasiones me besa la mejilla.
Por tu boca de papel y tinte purpura de Tiro,
puedo ver como renace el mundo.
∴
Del otro lado del muro
Mi abuelo era un hombre simple,
un mortal en toda la extensión de la palabra:
disfrutaba del caldo de res, como cualquiera,
y compartía el oficio del crucificado,
no el de pregonar la palabra de Dios,
sino aquel, que resucita la madera
de un árbol muerto.
Lo cierto, es que mi abuelo
escribía, y en su mano,
la pluma se volvía combatiente:
comandante de las letras,
general de las silabas,
jefe de las palabras.
Mi abuelo embestía a la dictadura
con tropas de hojas, con fusiles de tinta.
Aprendió a mudar de piel como las cobras,
a llamarse Ernesto, Antonio, Rodrigo.
Fue dejando los vestigios de sus nombres
en cada calle de la ciudad
en cada farol sin luz.
Mi abuelo, el hombre que
cuando conversaba con los hijos de Baco,
convertía a su mujer
en su más grande enemiga.
Y todo el rencor, la frustración y la ira
salían de él como un hollín añejo, pestilente.
No había:
militar, genocida o esbirro de la patria,
al cual odiar,
cuando se sentía herido, frágil
y vulnerable ante la silueta de mi abuela.
Invocaba al dios de los celos,
a la imagen del cerdo en el lodo,
para caer junto a él
humano, animal.
Mi abuelo dejaba caer su puño
moreno y fuerte.
Su mano delicada y hábil,
su puño revolucionario,
su mano solidaria.
Mi abuelo dejaba caer su puño
de hombre simple y enfermo,
y en cada golpe sus pasos erraban el camino.
Porque la revolución que no se puede hacer en casa,
está lejos de triunfar afuera.
Él, el revolucionario, el salvador del mundo.
Guiselle Carolina Alvarado López, poeta, documentalista e ilustradora, mexicana-guatemalteca. Es licenciada en Creación Literaria por la UACM. Ha publicado los poemarios Exilio de Sirenas (2012) y Amando un cielo libre (2006). Sus textos se encuentran en 22 antologías de poesía, cuento y ensayo, en México, Guatemala, Argentina, Cuba, Estados Unidos y España; así como en algunas revistas y periódicos entre ellos Rúbrica, de Radio UNAM y el periódico La Cuerda, de Guatemala. Sus poemas han sido traducidos al inglés en varias ocasiones. Recibió una Mención Honorifica en el 3er. Boyng Literario, de la UACM, (2012); el Primer y el Segundo lugar en poesía en el certamen, Mujeres accionando desde el arte, del Instituto de Estudios de la Literatura Nacional, (2007) y el Segundo lugar en el Certamen “Poetizando”, Museo Miraflores, (2004). Es directora de los documentales: La vida rota (2008), Un clavel rojo (2008) y Mujeres en la ciencia (2014), producidos por la Universidad de San Carlos de Guatemala.