Pájaro que muerde y un diario en verso

Pájaro que muerde y un diario en verso

Pájaro que muerde. Diario de Iowa (2018-2019) de Oriette D’Angelo
LP5 Editora, Santiago de Chile, 2022. 117 páginas. ISBN 9798833042809 

             

Pájaro que muerde. Diario de Iowa (2018-2019) (LP5 Editora, 2022) es el nuevo poemario de Oriette D’Angelo. Esta obra es, sin lugar a dudas, innovadora. En algunas ocasiones un libro me recuerda que me falta mucho por leer y experimentar, me sorprende porque nunca antes había leído algo así, y me hace cuestionar mi aproximación hacia la expresión poética. Esta es una de esas ocasiones.

 

“13. Allí, en lo oscuro, me siento infinita” (poema “III”, 19).

 

El poemario de D’Angelo tiene varias facetas. Es una piedra preciosa tallada; cada ángulo ofrece una particularidad. Este es un libro de poemas, en efecto, pero al mismo tiempo es un diario, como su título lo indica. Cada poema contiene un grupo de entradas identificadas con una fecha exacta. La voz poética constituye una visión muy humana al tratar de presentar un orden a través de la cronología de los versos. Podemos seguir la voz en el diario para comprender su travesía, su lucha constante para mantener la salud mental y para sobrellevar las pérdidas y el sentimiento de culpa por haber partido. Más aun, este poemario es una confesión: es un diario y tenemos permiso para leerlo; un diario en verso, un poema en forma de entrada. El hecho es que no tenemos ninguna barrera, no hay secretos, la voz poética se abre ante nuestros ojos, desabriga su vulnerabilidad. 

 

“16. Quiero, por primera vez, soñar que soy capaz de defenderme” (poema “XXII”, 60).

 

Pájaro que muerde contiene 47 poemas, todos titulados con números romanos en orden, empezando por “I”. Cada poema tiene 23 versos, todos enumerados, empezando por “1”. En este sentido, la voz poética es consciente de este formato y llama a los poemas de este libro “listas”. Incluso, en algunos momentos, se refiere al momento exacto cuando estaba creando –escribiendo– dichas listas. Aunque puedan parecer solo un registro de hechos y sentimientos, los poemas o listas cuentan una historia. Nos encontramos frente a un poemario en forma de diario que cuenta una historia. 

 

“23. ¿Cómo se termina de escribir sobre lo que nunca comenzó?” (poema “IX”, 31).

 

Es importante para la voz poética contar el tiempo de las ausencias y las pérdidas. La voz recuerda cuándo ocurrieron ciertas cosas como el primer beso a una persona, la última vez que felicitó a un amigo por su cumpleaños, la fecha exacta en que mandó un email del cual no ha obtenido respuesta. Contar, disponer los hechos cronológicamente tanto en la mente como en el papel, es una actividad imprescindible. Quizás lo haga para anclarse, para encontrarse dentro de un sitio lejano, un lugar que no es el propio y en el que además se nota la ausencia de las personas que no forman parte de su realidad actual.

 

“23. Pienso: este dolor de estómago es también una forma de salvarse” (poema “XV”, 46).

 

Emigrar siempre constituye un trauma. De cualquier forma que se haga, independientemente del objetivo establecido, emigrar produce una marca imborrable. En su poemario, más allá de un trauma, D’Angelo presenta un resquemor. Hay un resentimiento por haberse ido lejos de Venezuela, lejos de Lechería. Luego de vivir en Chicago hay un resentimiento por haber dejado esa ciudad. Es posible volver a Chicago, mas no a Lechería. Entonces se vuelve a Chicago aunque igual se acompañe de la tristeza. 

 

“17. A veces despierto y siento que puedo oler el mar” (poema “VI”26).

 

La voz poética deja Chicago, ahora respira en Iowa City. Esta ciudad se convierte en el sitio del diario, en ese lugar se escriben las entradas en fechas específicas, es allí donde la voz poética expone tanto su fragilidad como su impulso. Desde Iowa City se extraña Chicago y Lechería; desde Iowa City se extraña el mar y la sensación de estar cerca de él. De una ciudad a otra persiste la nostalgia de los lugares habitados, olidos, sentidos. Sin embargo, en un punto el hecho de partir se transforma en una norma y es posible que en ese punto haya un encuentro con el propio yo. 

 

“7. Anhelo irme, como siempre” (poema “VII”, 27). 

 

A través de los versos observamos un regreso a esas ciudades y sus nostalgias pero también a otros lugares específicos como un café, el cuarto de una amiga, el consultorio de la terapeuta, o incluso el inbox del email. Más aun, también se muestra un retorno a otras voces escuchadas y leídas que ayudan a la voz poética a navegar ese ir y venir, el partir y el volver. Se mencionan los amigos, se incluyen sus nombres propios con cariño, con un sentimiento honesto. Además, se hace alusión a voces amigas que han estado presentes en algún momento importante de la voz poética. Así observamos referencias a Reinaldo Arenas, Octavio Paz, The Cure, Silvio Rodríguez, Susan Sontag, Fernando Pessoa, Yolanda Pantin, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Gelindo Casasola, Miyó Vestrini, Juan Gelman, Javier Marías, Pablo Neruda, Blanca Varela, entre varios más. Se escuchan sus palabras a través de los versos y quedan plasmadas en la intimidad del diario.

 

“16. Escuchar, recoger pedazos y acompañar a la gente en su soledad” (poema “XIII”, 42).

 

La soledad va acompañada del silencio necesario para experimentar las palabras y las melodías que se escuchan. La introspección es crucial. La voz poética se escucha a sí misma mientras escribe y reconoce que está escribiendo los poemas o listas. Reflexiona sobre su existencia, sobre el valor de su presencia alrededor de sus amigos, su familia. Medita sobre la extensión de su vida, cuán larga puede llegar a ser. De este modo, la voz poética habla sobre su propia muerte, sobre la imposibilidad de sentir miedo a desaparecer físicamente, pero añade y recalca la necesidad de morirse joven. Quizás no haya miedo a la muerte sino a la vejez o al sufrimiento que puede conllevar vivir una vejez con dolor. Ya la voz poética ha sentido mucho dolor. 

 

“19. Ahora toca aceptar los latigazos del silencio” (poema “XXXI”,78).

 

Hacia el final del poemario, algunos lectores podrían pensar que la historia queda inconclusa porque no se llega a la redención ni a una estabilidad. En este sentido, es necesario volver al punto de partida: Pájaro que muerde es un poemario en forma de diario que cuenta una historia. En los últimos versos, la voz poética se da cuenta que “todo esto es sobre tener paciencia” (108). Sin embargo, termina el poemario con dolor y decide tomar las riendas para minimizarlo aunque sea con las pastillas que antes se negaba a tomar. 

 

“22. Respiro y resguardo mis emociones antes de que me arruinen” (poema “XXXVIII”, 92).

 

Hay un después del diario de Iowa, eso es indiscutible. Quizás un día Oriette D’Angelo desee poetizarlo y compartírnoslo.