“Marisela, ¡escucha, estamos en tu lucha!”

“Marisela, ¡escucha, estamos en tu lucha!”

 

Las tres muertes de Marisela Escobedo es un poema audiovisual lacerante. El documental narra el peregrinaje de una madre resiliente cuyo dolor, entereza, hambre y anhelo de justicia la llevan a convertirse en activista en un país que le ha fallado a las mujeres y a los más vulnerables, un país donde la corrupción y la impunidad escoltan al Estado y el poder del narcotráfico. Ante el asesinato de su hija, Marisela se metamorfosea de madre emprendedora y luchona a la voz de las desaparecidas, a la voz de las muertas de Juárez, a la luz surtidora de fe para millares de madres cuyas crías han sido arrebatadas por el sinsentido del patriarcado.

La lucha de Marisela transfigura la indignación social en centelleo de esperanza. Y es que Marisela le perdió el miedo a todo después de que su yerno, el feminicida Sergio Rafael Barraza, despojara a Rubi Marisol de su vida. Escobedo clama contundentemente: “Le he perdido el miedo a la muerte, que es lo peor que me podría suceder... No voy a dejar de luchar hasta que se le haga justicia”. Las tres muertes de Marisela Escobedo es la deconstrucción de un feminicidio y la construcción de una narrativa que busca el principio moral de Justicia en pleno espuriato del presidente Felipe Calderón y del inmundo gobernador César Duarte Jáquez.

En el México actual, diez mujeres son asesinadas cada día simplemente por ser mujeres. Ante esas cifras desoladoras e incomprensibles, las intenciones de Marisela son quijotescas, pero no puede ser menos para una madre: “Yo quisiera que el feminicidio de mi hija fuera el último en esta ciudad”. Su lucha no está acotada por el amor de madre. Al anhelar justicia para una, desea justicia para todas. Tuvo fe en la impartición de justicia a pesar de que el sistema está resquebrajado. Cree en la ética y la integridad de los jueces y en el poder justo del Estado de derecho, pero no… Eso no es el México del calderonato. Marisela Escobedo muere por primera vez cuando encuentra los restos calcinados de su hija, guiada por la memoria del feminicida confeso. Marisela se levanta de las cenizas de su hija y comienza a andar por las calles de Juaritos día a día demandando justicia; sin embargo, el tribunal ignominioso e incompetente absuelve al criminal y al hacerlo asesina una vez más el alma de Marisela.

Al quedar absuelto el feminicida, huye de Ciudad Juárez y se oculta entre malandrines, halcones, mulas, sicarios y escoltas en un barrio marginal de Zacatecas. Marisela, por su parte, se vuelve a levantar y vuelve a clamar justicia y recorre el país en busca del asesino para que vuelva a ser reaprehendido. Y sí, su instinto la vuelve a llevar con el feminicida. Ante otro operativo fallido policiaco, el feminicida escapa nuevamente, pero ahora ya no es el morro que nace para la nada en un arrabal de Juárez. Ahora, además de feminicida, se suma a los Zetas, el cártel más gore que haya existido en México. Sergio Barraza se rehace a punta de balazos y compra voluntades y autoridades y se lanza contra su perseguidora. El Estado calla, se asume cómplice y vuelve a ningunear la causa de Marisela, y el 16 de diciembre de 2010 frente a la puerta del palacio de Gobierno, en la ciudad de Chihuahua, de un tiro en la cabeza terminan con la vida de Marisela Escobedo. El homicidio queda registrado en las cámaras del palacio. Ante el escándalo mediático, el Estado crea un culpable. La muerte de Rubi queda impune. La muerte de su madre Marisela queda impune, pero no fue en vano. La lucha de Marisela se convierte en la voz de una lucha nacional que clama a más de 77,000 desaparecidos desde 2006, cuando el estúpido de Felipe Calderón declara su guerra estúpida contra el narcotráfico de la mano del narcotráfico.

“Un buen poema no ‘mueve al mundo’. Ayuda a recobrar aliento. Un buen poema no ‘hace caer a la injusticia’. Le da nombre y dirección”, nos recuerda la feminista Karen Dianne. El filme Las tres muertes de Marisela Escobedo, de Carlos Pérez Osorio, es ese poema que ayuda a recobrar el aliento y aguijonea la conciencia. Después de mirar el documental, una no puede permanecer indiferente ante la injusticia ni ante la impunidad. La resiliencia de Marisela es una invitación a tomar partido por la vida, la justicia, la dignidad. En este día que se pinta de naranja al conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres evoco ese afán de justicia y el amor de madre de Marisela Escobedo: “¡Marisela vive, vive! / ¡La lucha sigue y sigue!”

 

 

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