La soprano Ana María Martínez: arriba y abajo del escenario

La soprano Ana María Martínez: arriba y abajo del escenario

Durante el mes de marzo, Lyric Opera de Chicago presentará Rusalka, de Antonín Dvorak. La soprano, de origen puertorriqueño y cubano Ana María Martínez, interpreta el personaje principal, Rusalka. Martínez cantó en Ravinia junto a Plácido Domingo. En el 2009, triunfó en el Festival de Glyndebourne. Y una vez más ha vuelto a cosechar los encomios de la crítica con Rusalka, pero ahora en Chicago. Su participación en la Lyric Opera es extensa. Sigue viendo con claridad la función del artista arriba y abajo del escenario. Ana María es una mujer sencilla y de buen humor. Con generosidad le concedió a El BeiSMan esta entrevista.

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Los comienzos de una soprano

Dicen que antes de hablar, Ana María, ya andaba cantando e imitando los sonidos que escuchaba. Aunque nació en Puerto Rico, a los seis meses la familia se mudó a Florida. Ahí creció entre la música, la sicología y la filosofía. Su mamá, puertorriqueña, estaba cursando un doctorado en música y su papá, cubano, estudiaba sicología. Cuando cumplió cuatro años la familia regresó a la isla y dos años más tarde se instalaron en Nueva York definitivamente.

Recuerda que desde niña siempre le encantó la fantasía de las obras de teatro y los musicales, pero la ópera no tanto porque la sentía distante. Su mamá la comenzó a llevar a ensayos y funciones desde muy temprana edad. Ahí entendió que los cuentos que le encantaban en el cine, la televisión, las novelas y las series se llevaban a cabo en el escenario a través de la ópera. “Las partes en vez de ser habladas son cantadas y hay muchísima más pasión que se puede expresar a través de la música. La ópera expresa lo que ninguna palabra en ningún idioma puede expresar y es el género que reúne todos los géneros artísticos: el arte visual, la orquesta, el canto, el ballet, la actuación, la escenografía, los vestuarios, la iluminación…”.

A los 19 años, Ana María decidió estudiar ópera. Primero ingresó al Boston Conservatory of Music porque tiene prestigio en el área de comedia musical. En un principio eso es lo que quería hacer. Y ahí su profesora de canto le comentó que su voz se prestaba más para la música clásica y la ópera. Claro, Ana María se resistió: “No, por Dios. Yo quiero ser una actriz que baila y canta. La ópera es tan cursi…”. Muy adolorida lo comenzó a aceptar; regresó a Nueva York e ingresó a Juilliard School of Music. Ahí empezó desde cero otra vez y en seis años sacó la maestría. Todo este tiempo trabajó haciendo casi de todo: trabajó en la biblioteca, en la oficina, cantaba tanto en una iglesia como en bodas, y también le tocó hacerla de bartender en un club donde cualquier sábado metía entre 200 y 300 órdenes. Así costeó su educación.

 

La lengua de Rafael Sánchez

Desde pequeña, Ana María empezó hablando los dos idiomas, claro después de cantar. Pero no quería estar en Nueva York; deseaba regresar a Puerto Rico, pero sus padres no le hicieron caso. 

“Por testaruda empecé a dejar el español y mi español comenzó a tomar un acento americanizado hasta que mi mamá me miró y dijo:

—¿Qué está pasando con tu español?

—We live in New York now and I don’t have to speak Spanish —le respondí muy carafresca. Milagro que no me dio merecida bofetada.

—De ahora en adelante cuando llegues del colegio y se cierra esa puerta detrás de ti, solamente español se habla en esta casa.

Cuando visitaba Puerto Rico, yo no sabía que mi mamá hablaba con sus hermanos y les pedía que solo me hablaran en español para que no lo perdiera.”

En su segundo año de escuela superior regresó a estudiar a la isla y en la clase de español le tocó leer a los clásicos: El Cid Campeador, entre otros. Fortaleció el español, pues no deseaba perder esa conexión con su abuelita y primos a través del idioma. “Entonces comprendí que la llave a cualquier cultura es a través del idioma y si yo lo perdía, perdía parte de mi ser.”

 

El canto

Aunque de niña Ana María era muy tímida, siempre se identificó con hacer sonidos con su voz. Pararse delante de la gente y cantar le resultó una sensación de vulnerabilidad. Comprendió que el instrumento estaba adentro de su cuerpo y era parte de ella. 

“Un niño que estudia violín o piano puede empezar a los tres años y está muy bien, pero para entrenar la voz clásica, se debe esperar un poco más porque toma tiempo madurar. Las voces más ligeras maduran mucho más temprano, a los veintipico están listas, pero una voz más dramática va a madurar mucho más tarde: en los treintaipico o en los cuarentaipico; depende de la capacidad y la potencia de cada instrumento. Si lo comparamos con un bailarín, a los 25 años está cerca de retirarse. Es algo que yo no entiendo porque un artista se expresa con la madurez y las experiencias de la vida. Hasta entonces puede expresarse con mayor profundidad y no a los 25. En cuanto al desarrollo de la técnica, los músicos pueden practicar hasta ocho horas o más todos los días, pero la voz no aguanta. Además hay mucho trabajo mental, como memorizarse el libreto; Rusalka es en checo y no hablo ese idioma”.

 

 

Rusalka

La primera vez que Ana María Martínez interpretó a Rusalka fue en el festival de ópera en Glyndebourne; ahí accidentalmente se cayó del escenario. No obstante se incorporó y quiso continuar con la función. Contra sus deseos terminó en el hospital y por ese día la obra continuó sin ella. A la siguiente función regresó al escenario y con su interpretación conquistó Glyndebourne. Resulta casi imposible no comparar a la soprano con este personaje ideado por el poeta checo Jaroslav Kvapil y compuesto para ópera por Antonín Dvorak. El personaje Rusalka es una mujer etérea, hecha de agua que habita en una laguna. Todo lo escucha y lo puede ver, es conciencia y es amor, se entrega en su totalidad y la entrega de Ana María en el escenario no es menor. Escuchémosla hablar de su personaje:

“Rusalka tiene ese espíritu de querer seguir y arriesga todo por el amor, por querer tener alma. Cree que no tiene y quiere un espíritu porque es un elemento. Es agua. Quiere ser humana porque ha visto a un príncipe y se ha enamorado. Sueña con estar con él y que la pueda ver. Yo lo pongo en paralelo con esa inquietud existencial que tenemos todos: ¿Qué es lo que queremos hacer? ¿Qué es lo que queremos ser? ¿Qué tipo de experiencias queremos vivir? Y ella se quiere ir del agua y le pide a su papá que le permita ser humana para poderse ir, mas él no quiere. Le dice que el mundo de los humanos es terrible, que la van hacer sufrir… Pero si ella da ese paso no podrá volver jamás.”

Rusalka es una obra cargada de poesía, que invita a la reflexión más allá del placer sonoro y visual. Es una obra actual y “demasiado humana”. Le pregunto a Ana María que significa el amor en nuestros días y recurre a Rusalka como ideal:

“Lo que más me conmueve de Rusalka como personaje es su vulnerabilidad. No conoce lo que es el ego y no me refiero al concepto popular, que sería una percepción arrogante. El ego es el elemento que pone una pared, que juzga, que quiere controlar. Ella desconoce eso. Cuando un humano se enamora pone unos requisitos al otro ser: controla, juzga, exige, daña, sufre. Y me pregunto ‘¿por qué hacemos eso en el amor romántico?’ Hay momentos que son sublimes, pero en la mayoría entra una cosa que no es amor. Lo que sí encontramos en la amistad o con ciertas relaciones familiares; hay ahí algo más puro. El amor de Rusalka es puro. Sacrificó todo para estar con él, pero cuando viene la Princesa Extranjera, esa sí está llena de ego. Dice cosas crueles porque ve a Rusalka como una amenaza. Y Rusalka no siente competencia sino curiosidad, pues toda ella es intuición. Presiente algo que no la hace sentir bien, que le provoca un nudo en el estómago, siente frío, algo le da mucho miedo; ella lo desconoce porque eso no es amor. Y eso es lo que nos hace falta. Tener un poquito más de conciencia de que cuando uno ama lo que quiere es la felicidad del otro ser y verlo realizarse a su máximo sin aferrarse a esa persona. Y que cada cual necesita al otro para estar completo y a la vez sigan siendo entidades individuales.”

 

Más allá del prototipo de Rusalka, le pregunto a Ana María si el arte tiene una función social. Responde entusiasmada:

“¡Sí! La pregunta eterna es si la vida imita al arte o el arte imita la vida. Creo que siempre estamos tratando de buscar la verdad en nuestra vida, en nuestras emociones. El hecho de que uno es quien es no quiere decir que uno se conozca a sí mismo. Muchas veces nos engañamos a nosotros mismos. Creo que ésa es la crisis mayor en el mundo: es la falta de conocimiento propio. A través del arte podemos ver parte de nosotros mismos y de entendernos mejor y de entender al prójimo mejor. Lo lindo, mágico y hermoso de una función de teatro en vivo es que el público juega un papel activo muy importante. En el escenario sentimos la energía que emana cada ser que está en el auditorio. Los espectadores viven la experiencia a través de lo que están viendo, escuchando, sintiendo. Y uno también vive esa experiencia. Si uno va a un museo y ve una pintura, el artista visual quiere lo mismo: que uno por lo menos opine aunque uno no lo entienda. Algo se debe sentir. Por otra parte, no hay una contestación correcta o incorrecta. Es lo que es.”

 

La mujer

Ana María es una mujer de voz suave. Sonríe y continúa platicando. Ya se ha cambiado después del ensayo final y el tiempo determinado para la entrevista se agota. Sin embargo, todavía queda en el tintero el tema de la mujer. ¿Qué piensa sobre las conquistas logradas por la mujer?

“La mujer ha avanzado muchísimo y tiene capacidad de tanto: de nutrir, hacer crecer, alimentar y amar, con capacidad de ternura, de pasión, belleza, algo suave y también muy fuerte. Pero sigo viendo cosas que no me gustan. Se pueden percibir dos tipos de mujer. La mujer que apoya el éxito y la felicidad de otra mujer; y la que se siente amenazada hasta meter una puñalada a la otra mujer. Me gustaría ver más fidelidad en la cultura de la mujer, que nos apoyemos más, que no se sienta una amenazada por otra y que actúe guiada por una falsa ilusión. Cuando se siente una mujer amenazada por otra y mete la puñalada, es una actitud que tiene que ver con el ego, y eso va dictado por la perspectiva del hombre en la sociedad, que ve a la mujer como un objeto. Me refiero al hecho de que muchas mujeres —no todas— piensan que para avanzar en la vida tienen que manipular. Tal vez manipulen sexualmente y usen eso como su arma mayor. Yo celebro mucho más a quien usa su habilidad intelectual y emocional para crecer y no tiene que bajar a un nivel tan banal.”

“Si la belleza está adentro, no entiendo cuando emplean tanta tecnología con fines estéticos. Cuando me río me salen unas líneas a través de mis ojos; en inglés se llaman laugh lines y enseñan lo mucho que me río. Las canas es otro ejemplo, uso color para el cabello, pero también siento orgullo de mis canas; además de indicar sabiduría muestra los años que llevo en este planeta. Y todo eso hay que celebrarlo: las imperfecciones están perfectas y son bellas. Quisiera ver que también el hombre celebre la belleza natural que tiene la mujer y no hacerla sentir que tiene que empezar a corregirse. Cuando cualquier persona juzga a otra es porque hay una herida muy grande dentro del ser que está juzgando, pero la persona que recibe el injurio sufre y cree que tiene faltas. Empieza a corregir y se siente amenazado por el otro. Eso es un círculo vicioso. Me gustaría que la mujer se sienta fuerte dentro de ella siendo simplemente quien es.”

Franky Piña. Editor de El BeiSMan.

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Rusalka en el Lyric Opera of Chicago (3hrs. 39m.)
Hasta el 16 de marzo
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