La flauta mágica, edición EXTREME MAKEOVER

La flauta mágica, edición EXTREME MAKEOVER

Cuando el Lyric anunció que La flauta mágica de Mozart estaría en el cartel de la temporada 2021-2022, me sorprendió un poco, pues no hacía tres años que la habían presentado con rotundo éxito. En aquella ocasión, plantaron una casa giratoria en el escenario donde los personajes salían y entraban durante el desarrollo de la historia del héroe, el príncipe Tamino quien, acompañado de Papageno (el pajarero), supera las pruebas que Sarastro le pone en el camino para rescatar a la princesa Pamina, comprobando que el verdadero amor todo lo puede. ¿Qué harían esta vez para sorprendernos? Mirar al pasado, comprobando que lo viejo puede rescatarse para captar el interés de las nuevas generaciones de aficionados a la ópera.

Esta versión de la flauta mágica, concebida por Suzanne Andrade y Paul Barritt fundadores de la compañía de teatro londinense 1927, y Barry Kosky, director artístico de la ópera de Berlín, combina el cine mudo con la animación, resultando en una explosión visual, reminiscente de “El Gordo y el Flaco” (Laurel and Hardy) y Fantasía, el clásico de Disney de la década de 1940. La animación de Paul Barrit, inunda la pantalla con elementos que se integran con los actores, requiriendo una increíble precisión coreográfica, que, en ocasiones, me pareció fascinante, y al mismo tiempo, limitante, pues los actores aparecen en las plataformas que brotan de la pantalla, confinados a un espacio que no permite grandes desplazamientos sobre el escenario. Durante el aria de “La reina de la noche”, interpretada por la soprano Lila Dufy, lo único que vemos es su rostro, maquillado al estilo de Betty Boop, mientras su cuerpo, una enorme araña, ocupa la pantalla por completo. Huw Montague Rendall se lleva la noche interpretando a Papageno (que en este caso es el doppelganger de Buster Keaton), con su conocido pa-pa-pa-pa tratando de enamorar a su Papagena, la poderosa soprano Denis Vélez.

Celebro el acierto de representar a Monostatos —el malintencionado esclavo de Sarastro, interpretado con pericia por Benton Ryan— como Nosferatu, haciendo honor al cine expresionista alemán de principios del siglo XX, lo cual tiene un efecto contrario al original, pues resulta cómico ver al famoso vampiro en la mezcla de personajes tanto en vivo, como animados.

Mozart y su libretista, Emanuel Schikaneder, escribieron La flauta mágica para entretener a las masas, ofreciendo un poco de todo en el singspiel: canto clásico, vaudeville, comedia, y aventura. En esta versión, todo eso se acentúa con lo que ocurre sobre la pantalla: corazones explotando, labios voladores que se transforman en insectos, mariposas, pájaros, changos, lobos feroces, un gato muy activo, un hada que representa a la flauta, además de un sinnúmero de palancas, poleas y engranajes, dándole en ocasiones un aire muy “Steampunk”. Lejos de disminuir a la maravillosa música de Mozart, el constante bombardeo de imágenes atiborrando la pantalla logra inyectarle postmodernismo a la historia del héroe que rescata a la princesa, echando mano de elementos del siglo pasado. La apuesta del Lyric Opera de presentar una de las óperas más populares del mundo, expresada de una manera no tradicional, no decepciona. 

Puntos extras por confiarle a Karen Kamensek la conducción de la orquesta. ¡Imperdible!