Entrevista a Ana Franco Ortuño

Entrevista a Ana Franco Ortuño

 
Ana Franco. Foto: Mariana Collares

 

Siempre es un placer compartir ideas sobre el proceso creativo entre escritores. Las maneras en que decidimos trabajar los textos son tan singulares como cada uno de nosotros. Las primeras publicaciones o la primera vez que se gana un concurso literario marcan para siempre la memoria y, con suerte, hasta nos transformamos en poetas, como es el caso de Ana. Agradezco a Ana Franco Ortuño por aceptar hacer la siguiente entrevista llena de espontaneidad, matizada de recuerdos y viajes que se bordaron en la piel. Que tocaron su centro hasta convertirla en la gran intelectual de hoy. Ana es poeta, editora, columnista y educadora. Espero y la disfruten tanto como yo en estas páginas.

 

Xánath Caraza: ¿Quién es Ana Franco Ortuño?

Ana Franco Ortuño: Ana Franco ha sido muchas y me integré ya grande, a eso de los treinta y tantos. Ahora se parece bastante a la que se ve, o eso creo. Incluso a la de Facebook, medio parca, pero ésa. He pasado mucho tiempo a solas, la soledad y la escritura sumados al golpe de mi nombre, que empezaron a decir completo mis alumnos (AnaFranco, decían), me hizo yo: la que camina, la que sonríe, la que lee y escribe. Me tomo todo muy seriamente y eso me cansa, por eso me río. Pienso de más. Soy de largos procesos, todo me lleva un tiempal. No tengo idea quién soy para los demás, nunca he logrado la objetividad de verme a ojos de otros. Sé que tengo amigos que me quieren y que a mis alumnos (que son muchas miradas), les caigo bien aunque no en exceso. Soy lenta para querer y ser querida.

 

XC: ¿Quién o quiénes guían tus primeras lecturas?

AFO: Mi abuela contaba historias y en la casa había libros. Mi madre lee. Y por alguna razón a mí me gustó leer y leí todo lo que había en casa, bueno y malísimo. Me gusta escuchar, desde siempre, me interesa la gente que sabe hablar. Me gustaba mirar el mundo. Creo que todas estas son formas de lectura y estuvieron siempre ahí, en casa.

 

XC: ¿Cómo comienza el quehacer poético para Ana? ¿Dónde fueron escritos los primeros poemas? ¿Cuándo comienzas a publicar? Y ¿Qué impacto tuvo en ti ver esas primeras publicaciones? 

AFO: Mi tía Lucha, la hermana más grande de mi madre, murió muy joven, como a los 22. Estudiaba taquimecanografía por los años cuarenta, aquí, en la Ciudad de México, y dejó un largo libro de poemas transcritos a máquina, poemas modernistas y románticos latinoamericanos. No sé de dónde los sacaba. Yo no la conocí pero estaba ese libro, lo tengo. Me aprendía poemas de memoria.

Recuerdo un primer poema que escribí en la primaria, a unos árboles. Empecé a escribir diario personal (influida por mi nombre y la cursi idea, etcétera…) a los trece. Sigo haciéndolo. Pero me tardé mucho en publicar. La historia me gusta:

Un día, como a los 30, mandé un cuento a un concurso en España, un concurso pequeño. Y lo gané. Fue totalmente accidental, nunca lo imaginé. Había estudiado letras y seguido escribiendo pero no sabía bien cómo ejercerlo. El premio era simbólico pero decidí ir por él a Sevilla. Ese viaje me cambió la vida y me hizo escritora.

 

XC: ¿Tienes poemas favoritos de otros autores? ¿O estrofas?

AFO: Muchos, desde luego.

Podría citar algunos clásicos: Rilke, Novalis, Mallarmé; Olga Orozco, Coral Bracho.

Prefiero citar poetas cercanos, a mis dos autores favoritos de los últimos años:

Richard Gwyn y Tiffany Atkinson. De los dos me maravilla su laconismo, la forma en que hablan del cotidiano, la limpieza, el hallazgo, la nostalgia finísima y, de pronto, un golpe terrible ahí en lo mínimo, sin dramatismo, sólo ahí, como una sorpresa cotidiana con la que hay que vivir, con la que se vive. Porque se vive.

Te cito un poema de Richard, en traducción de Jorge Fondebrider:

 

Limpiar un pescado 

En el hogar moderno hay pescados que asumen aspecto de alienígenas. Abrimos la puerta de la heladera y hay ojos. Eso no es lo usual. La mayoría de la comida viene pre-empaquetada, en envases marcados y coloridos. Los ojos no son parte del trato. Los pescados frescos no son conscientes de este arreglo, se toman la molestia de fastidiar a los ingenuos. Por eso los pescaderos (la palabra misma está desapareciendo) nos preguntarán si queremos el pescado limpio. También les cortan las cabezas y las conservan para sus propios propósitos. ¿Vieron alguna vez sus baldes, llenos de cabezas de pescado, ojos mirando fijo en todas direcciones? Limpio todos los pescados de la misma manera, cortándoles por el vientre del cuello a la cola, sacándoles las vísceras y raspándoles el interior con un cuchillo, debajo de la canilla abierta. Limpiar mis propios pescados, eviscerarlos, sacarles las escamas me mantiene en contacto con la esencia del mar y con todas las cosas acuáticas. Tener los dedos sucios de las entrañas amarillas. Cuando limpio mis pescados, dejo las cabezas intactas, unidas a los cuerpos a los que pertenecen. Les echo encima sal, un poco de perejil y los pongo al frío. Me resulta tranquilizador tener algo con ojos en la heladera, mirando hacia el exterior desde la ciega y fría compañía de vegetales y productos lácteos.

Me gusta porque habla desde un mundo viejo, el mundo del que soy, en que se usaba el cuerpo y se comía animales, con menos moralinas y asepsias. Me gusta porque me es muy difícil escribir sin pretensiones y altos tonos.

 

XC: ¿Cómo es un día de creación literaria para Ana?

AFO: Escribo mucho, borradores, notas cotidianas, tengo un montón de cuadernos y libretas llenas porque escribo a mano. Luego armo mis poemas con mucha menos frecuencia de la que quisiera, me falta dedicación en ello. Me siento en la mesa del comedor, en una laptop, distinta a la que trabajo, y releo muchas de esas notas, encuentro fragmentos de cosas, poemas pequeños que me interesan. Cuando leo también tomo notas de ideas que me apasionan y luego las reescribo, las formo. He dejado de hacer poemas de un tirón, aunque puede pasarme. A veces, ya sabes, ronda un verso que probablemente funcione con el fragmento de algo más. De momento me interesa lo roto, lo fragmentario, así percibo el mundo.

 

XC: ¿Cuándo sabes que un texto está listo para ser leído por otros? ¿Cómo has madurado como escritora/crítica literaria/poeta?

AFO: Es muy difícil, publico poco y cosas muy breves. Pienso en los poemas como pequeñas maquinarias, cajitas de música que deberían (idealmente) activar algo. Me gustan los libros articulados, los juegos, los intercambios de piezas. Los poemas sueltos me gustan pero me resisto más a publicarlos. Me funcionan las plaquetas y los libros breves, y soy muy insegura con mis textos. Ya que armé el libro, lo releo muchas veces, elimino palabras. Hago caso de Ponge que “desconfía de las grandes palabras”, trato de ser irónica, me peleo con la tradición mexicana que se lo toma todo muy en serio o que acude al ingenio. De pronto, ya pasaron dos o más años y se me antoja un nuevo libro publicado, y hago por ello. 

Un medidor muy bueno es la lectura en voz alta, me gusta, la voz es otra materia y mirar la reacción de quien te escucha, sirve. Aunque no me interesa la musicalidad, creo en la materia prima de la voz, creo en el cuerpo.

 

XC: ¿Qué tanto hay de México en Ana, en lo que escribes?

 

AFO: Temáticamente poco. Cuando menciona a la ciudad es la Ciudad de México, camino mucho, me interesa la gente, que no se me olvide el caos, la pobreza, el amasijo. Lo integro pero no lo menciono.

De otra manera, el medio literario mexicano se impone y me estorba, trato de alejarme, de estar sola. Me estorba la seriedad de que te hablo, nos tomamos la poesía en serio, somos trágicos, patéticos, apasionados o caemos en modas, todo eso me cansa aunque lo haga.

Leí mucho a Coral Bracho en la universidad, me parece la gran poeta que me antecede generacionalmente, pero nunca escribí como ella. No es igual leer que escribir. Me gusta lo fragmentario, los grandes libros de Coral (que son breves) son orgánicos.

 

XC: ¿Cuál piensas que es tu papel como mujer y poeta/escritora? ¿Crees que hay alguna responsabilidad? 

AFO: Ninguna. Hablo por mí, escribir es una necesidad personal. Ojalá que funcione para otros lo que digo, pero eso es otro asunto. No parto de ahí, si lo hiciera no sería tan meticulosa en el armado. No sé hablar de lo urgente. Sí hablo como mujer, porque lo soy y fue parte de lo que integré en algún momento, disfruto ser mujer. A veces neutralizo el género en los poemas y sí me causan conflicto los estigmas que hay con la escritura femenina pero, de pronto, leo autoras que se reconocen sin pudores, y me gusta. Puedo escribir desde mi género pero prefiero publicar con cierta neutralidad.

 

XC: ¿Pudieras comentar un poco sobre tu vida como profesora? 

AFO: Me divierte muchísimo. Mis alumnos son estupendos, tienen 14 años y están en una edad-puente así que son fascinantes. Tienen mucho de niños pero empiezan a ser chavos muy jóvenes. Los profesores pertenecemos a un mundo distinto que no les interesa, eres como un holograma frente a ellos, si lo haces bien, tal vez aparezcas como persona, pero cuando no sucede (un día sí, dos no) tienes la oportunidad de verlos ser en su mundo, con sus códigos; eso me recuerda quién fui a esa edad y me permite también entender que el mundo es suyo, y que ha cambiado muchísimo. 

Estoy convencida de que la solución a la mitad de los males de la humanidad está en la educación; una educación receptiva pero determinada. Y en el arte, desde luego. Y en el pensamiento abstracto. Necesitamos volver a usar el cuerpo y la memoria, por ejemplo.

No creo en utopías, creo en el respeto por el otro y en el profundo ejercicio de la libertad. Eso se gana aprendiendo a mirar y a escuchar antes que a actuar o a hablar, así que cada ciclo escolar observo a mis alumnos. Ellos se mueven en comunidad, yo soy la extranjera. Yo debo aprender su dinámica e irrumpir con lo mejor que tengo (lo que sé), y les hago consciencia de la lengua. Eso es lo que puedo hacer.

 

XC: ¿En qué proyecto/proyectos estás trabajando ahora?

AFO: De pronto una se da cuenta de que la agenda se volvió interminable. Doy clases y coordino el Periódico de Poesía; coordino el Festival de Poesía en Voz Alta y en este momento colaboro con la primera edición de otro festival. Me invitaron, por primera vez, a escribir libros para educación secundaria, es apenas un proyecto pero me interesa mucho. Estoy escribiendo una columna mensual en el Periódico, que se llama Poéticas de la Negatividad, con algunos fenómenos escriturales recientes que me interesa problematizar; también estoy tratando de cerrar un par de libros de obra personal y un proyecto de videopoemas (me interesa muchísimo la videopoesía). 

Además, estamos presentando un nuevo libro: Inestabilidad. Poesía contemporánea de Francia y México, que salió el mes pasado EBL Intersticios y la Universidad Veracruzana. Hice el prólogo y algunas traducciones. Recién ahora empiezo a traducir y estoy fascinada con la idea. El tiempo no alcanza y a veces me gusta mucho perderlo, y me hace muy bien.

 

XC: ¿Qué consejos tiene Ana para otros escritores/poetas/críticos literarios? 

AFO: Que lean, que publiquen poco y aparezcan en medios menos de lo que leen. Que lean no sólo poetas de su generación, también a las generaciones que están fuera de moda. La moda es un ruido difícil de salvar, que no pierdan el tiempo con complacencias, que digan lo que quieren decir, pero que lean. Que se demoren. Tal vez lo digo porque soy de otro tiempo, pero que se demoren.

 

XC: ¿Hay algo más que quisieras compartir?

AFO: Fue una hermosa mañana de charla.

 

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Xánath Caraza enseña en la Universidad de Missouri-Kansas City y da talleres de creación literaria en Europa, Latinoamérica y Estados Unidos. Esla Writer-in-Residence de Westchester Community College, Nueva York. Caraza recibió la Beca Nebrija para Creadores de 2014 del Instituto Franklin, Universidad de Alcalá de Henares en España. Es columnista de La Bloga, Smithsonian Latino Center, Periódico de Poesía, Revista Literaria Monolito y Revista Zona de Ocio. Su poemario Sílabas de vientorecibió el2015 International Book Award de poesía. También recibió Mención de Honor en la categoría de poesía en español para los 2015 International Latino Book Awards. Su poemario Ocelocíhuatl, Conjuro y su colección de relatos Lo que trae la mareahan recibido reconocimientos nacionales e internacionales. Sus otros poemarios son Donde la luz es violeta, Tinta negra, Noche de colibríes, Corazón pintado y su segunda colección de relatos, Pulsación, está en proceso. En 2013 fue nombrada número uno de los diez mejores autores latinos para leer por LatinoStories.com. Caraza es juez desde 2013 para los José Martí Publishing Awards, The National Association of Hispanic Publications (NAHP). Desde 2012 organiza el National Poetry Month (NaPoMo) para Con Tinta.
http://xanathcaraza.webs.com/