Enfrentando un futuro incierto, una joven DACA sueña con el pasado

Enfrentando un futuro incierto, una joven DACA sueña con el pasado

 

Como estudiante de honor en una universidad prestigiosa en la Costa Este, Marisela Vásquez se sentía obligada a mentir sobre por qué no estudió en el extranjero. “Era la conversación más difícil durante mi tercer año; decía que con dos concentraciones principales y otra menor, si estudiara en el extranjero tendría que hacer un quinto año,” dijo Vásquez, quien ahora tiene veintinueve años y trabaja en una universidad prominente en el Medio Oeste estadounidense. Anhelaba secretamente estudiar en el extranjero como la mayoría de sus compañeros, probablemente en Centroamérica, donde podía haber usado su español y conocimiento de sus cursos en sicología y salud pública.

Irónicamente, la razón por cual Vásquez no podía estudiar en otro país tenía que ver más con sus viajes anteriores al extranjero. Cuando Vásquez tenía tres años, sus padres la trajeron, junto con sus dos hermanos, de San Luis Potosí a Estados Unidos. Estuvo indocumentada hasta el segundo año de sus estudios de maestría, cuando calificó para DACA. Hace semanas, la administración Trump anunció que terminaría el programa DACA en seis meses si el Congreso no actuaba.

En general, Vásquez ha tomado todas las decisiones correctas en la vida, pero no tuvo la oportunidad de escoger su lugar de nacimiento. Nunca permitió que las circunstancias de su niñez limitaran sus ambiciones, aun cuando la política migratoria estadounidense le daba pocas esperanzas. Para ella, DACA no sólo representaba una nueva herramienta legal sino una clave para planear una vida completamente suya. Ahora que se espera que el programa termine sin un remedio alternativo, Vásquez se encuentra en una situación familiar —dependiendo en su propia iniciativa y trabajo— mientras los políticos estadounidenses, quienes aseguran que esos valores son importantes, holgazanean y demoran el trabajo de una solución verdadera para 800,000 jóvenes.

Después de la elección de 2016, Vásquez temía la terminación del programa creado por Obama. El indulto presidencial del Aguacil en Arizona, Joe Arpaio, confirmó sus sospechas, y Vásquez sintió que su única esperanza era la actitud caprichosa del presidente.

“El lunes todavía estaba rezando,” dijo Vásquez. “Trump nos puede sorprender frecuentemente, y quería sentirse sorprendida que haría lo correcto”.

La mañana del anuncio, Vásquez planeó entrar al trabajo más tarde que lo normal (y quedarse hasta más tarde). “Si recibiera malas noticias, prefiero estar en casa”, dijo. En su departamento modesto, veía al Procurador General Jeff Sessions en CNN y tomaba café mientras intentaba procesar sus comentarios. Como han señalado muchas personas, su discurso xenofóbico contenía aseveraciones falaces sobre los peligros de los migrantes indocumentados y sus efectos negativos en la economía.

En la mente de Vásquez, una “variedad de nuevas posibilidades traumatizantes” surgieron mientras escuchaba, pero después, se fue a su trabajo. Por el resto del día, hubo momentos cuando quería llorar, pero logró mantenerse enfocada en sus deberes laborales, un instituto de investigación dirigida a ayudar a los estadounidenses de bajos recursos económicos.

Durante un descanso, Vásquez buscó distraerse revisando algunos detalles de su boda. Ella y su novio deliberadamente limitan sus pláticas sobre el estatus migratorio. “Estamos siendo muy intencionales con respecto a no permitir que este cambio político nos arrebate la alegría de nuestras vidas”, dijo.

También, en el día del anuncio, Vásquez logró mandar algunos correos electrónicos a sus mentores para pedir cartas de recomendación para sus solicitudes de los programas de doctorado que iniciarán en 2018-19. “Dije que pase lo que pase con DACA, mi meta es presentar una solicitud de ingreso al programa de doctorado competitiva y seguir trabajando en las mismas comunidades”.

Hace cinco años, Vásquez hizo fila junto con miles de otros jóvenes indocumentados y esperanzados en Navy Pier en Chicago. El 15 de agosto, 2012, el primer día que el gobierno aceptó solicitudes DACA, la Coalición de Illinois por los Derechos de los Migrantes y Refugiados (ICIRR por sus siglas en inglés), organizó un evento masivo de inscripción que atrajo aproximadamente a 13,000 solicitantes. Vásquez y una de sus hermanas llegaron a las cuatro de la mañana, pero más de 1,000 personas ya esperaban en la fila. Por el resto del día, hasta las diez de la noche, esperaron para consultar con un abogado pro bono. Nunca había estado con tantos otros individuos indocumentados —por lo menos no conscientemente. Observando la escena, Vásquez se sorprendió en darse cuenta que no todos los solicitantes provinieron de América Latina, sino también de Asia, Asia Sureste, y el Oriente Medio. Se sintió consolada por la inesperada solidaridad.

Entrando en la gran sala de baile en Navy Pier, vio los abogados y otros voluntarios tramitando las solicitudes. “Imagina aquella sala repleta de pequeñas estaciones”, dijo Vásquez. “Era una vista hermosa”. Algunos congresistas que promueven el programa, incluyendo el Senador Dick Durbin y el Representante Luis Gutiérrez, paseaban entre las filas, dando ánimo a los solicitantes ansiosos.

Mientras muchos solicitantes se preocupaban si alcanzarían a hablar con un abogado, un ambiente amistoso surgió, haciendo el lugar una nueva Isla Ellis en miniatura. Los que se formaban en la fila compartían comida, conversaban en una variedad de idiomas, y se compadecían. Se escuchaban con atención mientras otros hacían llamadas telefónicas con frenesí para pedir copias de sus expedientes escolares o cartas de sus iglesias y templos para comprobar que han sido feligreses por años. Junto con los $465 para el costo de tramitar la solicitud, uno de los artículos más importantes ese día fue una credencial aceptable, emitido por el estado, el consulado, o hasta la escuela secundaria. En un momento desgarrador, algunos oficiales rechazaron a un solicitante justamente en frente de Vásquez porque solamente llevaba una credencial de Six Flags.

Al final, la hermana de Vásquez también quedó desilusionada, pero no porque carecía de una credencial. Cuando fue enfrentada con los requisitos de DACA para la educación y el empleo, se dio cuenta que no calificaba —su educación previa no era suficientemente fuerte, según Vásquez, y no le dio seguimiento a la solicitud. Como resultado, Vásquez moderó su entusiasmo seis meses después cuando el gobierno le otorgó estatus de DACA.

Antes del evento en Navy Pier, su situación migratoria había separado a Vásquez de otras personas en varios aspectos de la vida. En su niñez, sus padres le advertían constantemente de portarse perfectamente bien cuando estaba en público y jamás mencionar la situación de la familia. Entre sus primos y vecinos cercanos, solía sentir excluida porque muchos eran ciudadanos y otros tenían la mica. Algunos compañeros le hacían burla, diciendo “No tienes papeles”. Años después en la universidad, Vásquez fue criticada de una forma sorprendente: otro estudiante indocumentado desaprobó su discreción.

“Él decía, ‘Tienes que enseñar a estos chicos privilegiados qué significa ser indocumentado,’ pero él tenía mucho menos que perder que yo”, recordaba Vásquez. “Sus padres ya estaban por volver a Guatemala a jubilarse, pero los míos seguían trabajando en Estados Unidos y con hijos pequeños que mantener”.

Después de graduarse de la universidad, Vásquez había trabajado como niñera para pagar sus cursos de maestría, que eran caros, como no calificaba para ningún tipo de ayuda financiera. Cuando apenas se había regresado de la universidad, Vásquez estaba tan desalentada por no calificar por la mayoría de los empleos, que rehusó permitir a sus padres colgar su diploma enmarcado.

“Era un recordatorio de que mi éxito podía terminar ahí”, explicó.

Trump se ha reunido con legisladores demócratas para colaborar, supuestamente, en algunas estrategias para ayudar a los beneficiarios de DACA, pero un trato rápido no parece probable. Una nueva ley no sólo tendría que pasar por el Congreso que está dominado por los republicanos, sino además molestaría a los miembros de una administración con una agenda de nacionalismo extremo que incluye reducir el número anual de refugiados en el país.

“Siento que Trump sólo está haciendo un juego político ahora con respecto a DACA”, dijo Vásquez. “Clarificó de inmediato que no llegó a un acuerdo, lo cual es fastidioso para nosotros quienes estamos esperando impacientemente”.

Pero en aquel día en 2012 cuando se inscribía en DACA, Vásquez sentía deslumbrada por la abundancia de actividad positiva. En la sala de baile bajo su antigua cúpula, Vásquez y los demás jóvenes tuvieron una vista panorámica del Lago Michigan y los rascacielos.

“Fue un momento poderoso para muchas personas en aquella sala”, recordó. “Algunos hasta lloraron”.

Dieciocho horas después de venir a Navy Pier, Vásquez llegó al frente de la fila. Se permitió imaginar un futuro lleno de posibilidades.

 

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Nota: Una de las directivas claras para los beneficiarios de DACA involucra la renovación de los permisos laborales de tres años que se caducan en los próximos seis meses. Según la página web del Departamento de Seguridad Nacional, los miembros tienen sólo hasta el 5 de octubre para solicitar la renovación si caduque entre el 5 de septiembre de 2017 y el 5 de marzo de 2018.

Sin importar la potencial de los tratos que se pueden hacer, la administración ha logrado una cosa: la incertidumbre diaria y el miedo han vuelto a las vidas de Vásquez y sus muchos compañeros “DACAmentados”.

*Para proteger la privacidad de los individuos en este artículo, algunos nombres y características identificadoras han sido alterados.

 

Traducido por Alex Wyman