El ojo de Turandot

El ojo de Turandot


Josh Lovell and Amber Wagner en Turandot. Photo: Todd Rosenberg / Lyric Opera of Chicago

El tráfico de viernes en la noche me impidió llegar a tiempo. Con diez minutos de retraso, llegué corriendo al recinto que alberga al Lyric Opera, temerosa de que me iba a perder el primer acto, pero hasta para eso tienen una solución llamada: late seating (que traduciré como ‘asientos para los demorados’). Nos condujeron al sexto piso y desde la última fila, tuve mi primer contacto con la misteriosa Turandot, interpretada por la soprano norteamericana Amber Wagner. El sexto piso está ocupado, en su mayoría, por gente joven que viste casualmente.

La historia se desarrolla en una remota China. Un dragón enorme sosteniendo una bola de cristal, enmarca el escenario escalonado donde el príncipe de Persia está a punto de ser ejecutado, tras no cumplir con la condición impuesta por la princesa Turandot: responder con acierto a tres acertijos. El verdugo lo espera. El ojo de Turandot observa la acción desde la bola de cristal. Aparece entonces el exiliado príncipe Calaf, el tenor italiano Stefano La Colla, quien al ver a la princesa se enamora perdidamente de ella y decide tocar el gong, indicando que acepta el reto. El padre de Calaf, y su esclava Liu (la magnífica Maria Agresta), le ruegan que desista, sin éxito. 

La Turandot es una opera atípica, pues rompe con el modelo tradicional de los amantes que deben sobrepasar una serie de obstáculos para poder estar juntos. Puccini creó una protagonista fría, sedienta de sangre, quien justifica su sed de venganza en la muerte de una antepasada a manos de un hombre; una femme fatale. Es difícil sentir empatía por la protagonista, cuando, por otro lado, se encuentra Liu, la esclava capaz de morir por el hombre que ama, sólo porque un día le dedicó una sonrisa. 

(Ahora estoy en el primer piso, y hay muchas más cabezas blancas vestidas con formalidad, ejecutivos, algunos hombres en esmoquin, mujeres de vestido largo, hasta viejitas con sacos tipo kimono que seguramente compraron en algún viaje a China. Pero también veo hipsters, uno que otro niño, un señor con una sudadera de los Bears. Mi punto es, en la ópera hay lugar para todos.)

En el segundo acto, Ping, Pang y Pong, los graciosos ministros que le dan el toque cómico a la historia, no saben si planear una boda o un funeral. Por primera vez vemos a la enigmática princesa y la potente voz de Wagner retumba en el recinto hasta alcanzar unas notas imposibles. El tenor no es su igual. El príncipe Calaf responde a los acertijos de la Turandot correctamente y ésta, desesperada, le ruega a su padre el emperador, que la ‘saque del apuro’. Éste le recuerda que son sus reglas, y las debe cumplir. Calaf le dice que si ella adivina su nombre antes del amanecer, la liberará del compromiso y aceptará ser ejecutado. La princesa entonces le ordena a toda China que se ponga a averiguar el nombre del extraño. ¡Nadie duerme hasta saber el nombre! 

El tercer acto comienza con ‘Nessum Dorma’, una de las arias más populares y conocidas de la ópera, y aunque es injusto comparar a La Colla con Pavarotti, también es imposible no hacerlo. Sea como sea, es una maravilla. Los chinos capturan a la esclava Liu, quien se rehúsa a revelar el nombre del príncipe. La cruel Turandot ordena torturarla y ni así. Liu se hace el hara-kiri (o su equivalente chino).

La visión original de Puccini era de corriente futurista. Quería representar a una mujer ‘no tradicional’, sin emociones, independiente, temible. Y lo logra, sobre todo, cuando la antepone con Liu, una esclava, capaz de sacrificarse por un hombre que a duras penas le da los buenos días. ¿Quién es la heroína, entonces? Puccini muere antes de terminar la obra y Alfano es quien, basándose en los bocetos del maestro, le da el toque final. El príncipe Calaf besa por fuerza (y mucha pasión) a la princesa y ésta, hechizada, cae rendida a sus pies. Típico… Turandot será muy arrogante, cruel y sanguinaria, pero…el amor.

No soy experta en ópera. Yo voy a la ópera porque me transporta a otro mundo. Las historias, el vestuario, la escenografía, la grandiosidad del género, el propio recinto, es algo que debemos experimentar aunque sea una vez en la vida. A nadie se le olvida su primera vez. En Chicago tenemos una de las mejores compañías de ópera EN EL MUNDO…no dejen de aprovecharla. ¡Hay asientos de $34.00 dólares y puedes vestir lo que quieras!

 

 

∴ 

Carolina A. Herrera nació en Monterrey, Nuevo León y se crió en la CDMX. Es autora de la novela #Mujer que piensa, publicada en el 2016. Miembro del Consejo Editorial de El BeiSMan Libros-Films.