El Incas (fragmento)

El Incas (fragmento)

Durante el mes de abril, Colectivo El pozo presentó la obra El Incas en un espacio conocido como La Casa de Oscar López en el corazón del barrio puertorriqueño. A continuación publicamos un fragmento que gira en torno a Cata, personaje central de la obra.

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Cata: Calma, calma. Toma su tiempo luchar contra nuestros miedos.

Fernando: ¿Miedos?

Cata: Son miedos almacenados desde 1491. ¡Son nuestros fantasmas!

Martin: Cata, ¿ahora de qué hablás?

Cata: De muchacha escalé las cimas de la fama en un show que montamos tres locas. Yo era Lucía Méndez, Verónica Castro y hasta la Dúrcal, claro, poniéndome un par de esponjas. Mi último papel estelar fue el de la Trevi, ya luego empecé a perder figura. Un día nos contrataron para ir a cantar en un bar de Milwaukee. Al principio yo no quería ir.

Fernando: ¿Y por qué no?

Cata: En esa ciudad están mis padres.

Fernando: ¡Pero si ya estaban muertos!

Cata: Total que me animé a ir. ¿Me imaginan descendiendo de la puerta del Toyota? ¡Comenzaba a internacionalizarme! Un hotel de alfombra roja y camareros que te ayudan hasta con el neceser del make up. En la recepción recibí por primera vez una llave de tarjeta.

Fernando: ¿De tarjeta?

Cata: Fue tan importante que aquí la guardo. ¡La prueba de mi estrellato!

Fernando: ¿En un marco? Es demasiado.

Cata: ¡Así se enmarcan las reliquias!

Martin: Nos estabas hablando de tu llegada al gran hotel de Milwaukee.

Cata: Abrí la puerta de la habitación y me entró UN MIEDO. En plena tarde ese lugar era un horror. Ya en la noche hicimos nuestro show en El Gato Gris, un lugar magnifico. Regresé al hotel y comenzó la noche más tenebrosa de mi vida. Era también una noche de lluvia, como ésta… Sentí que había dos personas caminando frente a mi cama, una mujer y un hombre clavándome la mirada. Encendí la lámpara, pero ahí seguían aquellas personas. Estuve a punto de irme a dormir con Ms. Kitty o con Cleopatra. No: qué iban a pensar. Eso fue el viernes. El sábado lo mismo. Yo con la lámpara encendida y las entidades dando vueltas frente a la cama. Una hora, dos horas… Y sacando fuerzas del miedo, apagué la luz para verlas mejor. Se parecían a mis padres, como si hubieran salido de su pedazo de tierra en Holy Cross para venir a reclamarme. “Benditas ánimas”, les dije y me levanté de la cama con los brazos abiertos. Seguían molestos porque su ÚNICO hijo había salido como yo salí.

Martin: ¿Les pediste perdón?

Cata: ¿Perdón por qué? No podía pedirles perdón por ser quien soy.

Martin: Dicen que funciona.

Cata: Solo podía abrazarlos, tocar su pelo, darles un beso. ¿Y saben qué pasó?

Martin: ¿Qué?

Cata: Apenas se arquearon mis brazos, ellos desaparecieron. ¡Y desde esa noche he dormido como una marmota!  

Fernando: Tal parece que Cata y yo vamos a terminar pronto en esas reuniones que “le ayudan” tanto a tu esposa.

Cata: Pues qué bueno. A ver si por lo menos espanta usted un par de miedos.

Fernando: Y tanto que he criticado a los gringos. Estoy a punto de inscribirme en cursos de self-help.

Martin: El siguiente paso es el perrito.

Cata: ¡Momento! No es cosa de gringos tener perros. Yo también tengo a mi Fifí y la quiero mucho.

Fernando: Síntoma de la clase media de este país: llevarse horrible con la gente y pasársela de maravilla con un perro.

Cata: Esa crítica la he escuchado cada miércoles. Enough is enough. Yo tengo a mi Fifí y la saco dos veces al día para que camine y visite su arbolito. No es sustitución. Primero está el prójimo, luego Fifí, los árboles y todo lo demás. ¡Eso aquí está muy claro!

Martin: ¿Primero el prójimo?

Cata: Así es.

Martin: Tú misma nos dijiste que un día no pudiste aguantar a la GENTE del Comité.

Cata: ¿Y qué hubieran hecho ustedes? Para salir del clóset tenía que dejar el Comité, las fiestas, mi familia... Dejarlo todo y reinventarme.

Martin: ¿Dejarlo todo? ¿Por qué?

Cata: Por el miedo. Y de lo que sentía más miedo era del MIEDO de ellos. Apenas decía yo algo en el Comité y sentía ese miedo en sus miradas, en el tono de su voz. Abría yo la boca y una cabeza se volteaba, como diciendo “ahí está de nuevo éste con sus mariconerías”.

Raúl Dorantes. Dramaturgo y autor de la novela De zorros y erizos.

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