El holandés errante (o la Llorona de los mares)

El holandés errante (o la Llorona de los mares)

 

El Lyric Opera de Chicago inicia la temporada con The Flying Dutchman de Wagner, inspirado por la leyenda del barco fantasma y su capitán, conocido como El holandés errante. Destinado a navegar por los siete mares eternamente, el capitán tiene la oportunidad de desembarcar cada siete años para encontrar a una mujer fiel y romper el hechizo. Protagonizada por el barítono Tomasz Konieczny como El holandés, la soprano Tamara Wilson como Senta, el bajo Mika Kares como Daland y la mezzosoprano Melody Wilson como Mary, esta producción se caracteriza por su atmósfera espeluznante (o mejor en inglés, eerie). 

La escenografía es un paisaje surrealista que difumina los límites entre realidad y fantasía, como si los personajes estuvieran atrapados en una pesadilla. El barco emerge de un mar de nubes arremolinadas, creando un efecto visual impactante y desorientador, marcando el tono de toda la producción, empezando por el retrato de El holandés, una clara referencia a El grito de Munch. La puesta en escena es un juego de espectros que transmite desesperanza y ansiedad.

Tomasz Konieczny encarna al capitán con la inquietante intensidad del que sabe que su destino está fuera de su control. Su imponente voz resuena con una sensación de anhelo y desesperación que transmite a la perfección el tormento del personaje, mientras que la Senta de Tamara Wilson es una revelación. Su voz de soprano se eleva con fuerza y emoción, y su interpretación refleja la obsesión del personaje por la leyenda del holandés, vagando, errante, con el cuadro en las manos. Mika Kares como Daland, aporta un toque de humor a la producción con su voz de bajo y su ritmo cómico. Su interpretación del capitán oportunista le da un toque ingenioso a la ópera, y sus interacciones con El holandés proporcionan momentos de ligereza en medio de la oscuridad.

La dirección de Enrique Mazzola complementa la visión del director Christopher Alden, aportando cohesión a la producción. El uso de una coreografía estilizada y de una puesta en escena inventiva contribuye al capricho y la excentricidad de la ópera, con sillas adornando las paredes, mujeres vestidas en colores chillantes y tormentas marinas, todo esto, sobre un escenario inclinado que da una sensación de vértigo. La interpretación de Mazzola de la partitura de Wagner es matizada y dinámica, realzando la profundidad emocional de los personajes y sus relaciones.

La versión de Alden se aleja de lo convencional y ofrece un giro peculiar de una ópera clásica. Es una producción que desafía las expectativas e invita al público a explorar las profundidades del amor, la obsesión y la redención de una manera nueva e imaginativa. Para quienes busquen una experiencia operística que rompa moldes, esta producción es una visita obligada, un testimonio del poder de la innovación y la reinterpretación artística. La buena noticia es que dura solo dos horas con veinte minutos, la mala, que no hay intermedio. 

 

 

El holandés errante estará hasta el 7 de octubre en el Lyric Opera of Chicago.

 


 

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