El extraño caso de Camazotz (parte cuatro)

El extraño caso de Camazotz (parte cuatro)

 
El Camazotz de Betty Trueblood

 

Luego de publicar el dibujo de Montenegro, en el que muestra a Camazotz con trompa de puerco, recibí una serie de comentarios por email en los que se me sugiere dejar de investigar a un indocumentado prófugo, “ponte serio, Roma, no nos quieras tomar el pelo con más ficciones”. Otros me pedían continuar la investigación y solicitar ayuda del Consulado Mexicano, “tal vez con López Obrador se aclaren tantas desapariciones de inmigrantes al sur y al norte de la frontera, incluyendo la de tu investigado”. Varios lectores se sintieron ofendidos por el dibujo y me enviaron su propia versión del Dios Murciélago. A ellos les he pedido autorización para publicar sus trazos.

¿En qué pensaba Montenegro cuando retrató a Camazotz con la nariz de un cerdo? ¿En verdad así lo vio en la estación del tren? Más bien dudo que lo haya visto de frente, pues en la foto que tomó se ve sólo la sombra del dios hecho carne. Tal vez le faltó franqueza al músico historiador. Tal vez precise de nuevos lentes. Pudo haberme dicho: “vi un ratón enorme en el túnel de la Jackson y creí que era Camazotz”.

El primer dibujo recibido esta semana fue el de Betty Trueblood, artista de Evanston quien, luego de aclarar que las especies de murciélagos ascienden a cientos, sostuvo que Camazotz, por venir de Guatemala o del sueroeste mexicano (Mesoamérica, en otros tiempos), debería tener una nariz chata y no de cerdo. Y me lo escribía con prepotencia, como si su apellido (Sangre Verdadera) le diera autoridad. Es extraño que la señora Trueblod no haya notado que su dibujo también nos muestra al Dios Murciélago con una nariz porcina.

La señora Trueblood debe saber que conozco el origen centroamericano y frutero de Camazotz, primo de la noche, hermana de la madrugada, decapitador de guayabas y de zapotes negros. En el área de Chicago pudo haber optado por mordisquear arándanos y manzanas, mas prefirió la sangre de los baleados, los suicidas y las víctimas de choques, cosa que aún tiene en ascuas a la Policía, pues la sangre de las víctimas y los lesionados no aparecía en los sitios del siniestro. ¿No impacta más una herida limpia? ¿No duele más la muerte cuando vemos un cuerpo tasajeado sin el bochorno de la sangre?

Lo espeluznante del caso, según el Chicago Times, es que además de lamer la sangre de los heridos… los curaba. Esos sobrevivientes, informa el diario, ahora lo tildan de santo. Por otro lado, resultaron vanos los esfuerzos de un laboratorio de la UIC que, ante la duda de la existencia de Camazotz, buscaron encontrar en estas víctimas rastros del genoma en la saliva del susodicho.

 


El Camazotz de Houston

 

El segundo dibujo, realizado por un jovencito de nombre Houston, me lleva a la magia del antiguo Egipto, civilización que veneraba a los felinos, pues su Camazotz parece un gato geométrico y de ninguna manera el ondulado mamífero de la noche. Houston de paso me sugería llevar el caso Camazotz a los grandes escenarios. Le agradecí por sus trazos y le aclaré que no soy el Roma Díaz que se dedica a dirigir obras de teatro, que soy periodista y aficionado a la literatura. Lo único que me hace similar al director, además de ser tocayos de nombre y apellido, es que ambos somos inmigrantes y de la misma generación.    

También recibí la llamada telefónica del párroco de la iglesia de Santa Ita, ubicada entre las calles Broadway y Catalpa. Me dijo que leyó la primera entrega de Camazotz en El BeiSMan y que lo tomó como una broma editorial. Y leyó la segunda, y la tercera, pues dicha revista le sirve para practicar el español. Le pedí que no anduviera con rodeos y me hablara del motivo de su llamada.

—Mi nombre es David, soy párroco y me perturba el deseo de llegar a obispo y, por qué no, a cardenal.

—¿Qué tal Pontífice? —pregunté yo.

Se sinceró diciendo que en las horas de insomnio descubre que ese y otros deseos no son diabólicos sino mentales. Hasta el momento en que una voz en medio de la madrugada le dice que un párroco sólo se vuelve obispo cuando usa la pistola y no la cruz. ¿La pistola? Será porque en esa diócesis hay otros dos curas que también aspiran al cargo de monseñor.

Le comenté al párroco que yo también ambicionó convertirme en el mejor periodista hispano de Chicago, por encima de Roberto Rizzo y la joven Lydersen, pero que nunca había pensado en pistolas.

—¿Qué hace usted con los deseos, padre?

—Cuando me meten en aprietos no hay más opción que el rezo, sólo así me reintegro a la amorosa cruz.

—¿Y funciona?

—Cuando mi hambre es irresistible entro al templo para pedir perdón y rezar. Eso mismo hice el jueves pasado. Me hinqué frente al altar y repetí en voz alta: “perdona mis frivolidades, Señor, como yo perdono a quienes me ofenden”, y ahí supe que quien más me ofendía era yo mismo. Que mi parte luminosa debía perdonar a la parte que genera el hambre eclesial.

Me dijo que al final de la oración sintió que la luz de un vitral no caía completamente al suelo, es decir, le interrumpió un cuerpo sentado en la segunda hilera de las bancas. Que pensó en el mismísimo diablo, que venía a ofrecerle una pistola; que recordó que los homeless a veces se ocultan antes de cerrar la iglesia para dormir sin la amenaza de los pandilleros ni el hostigamiento de la policía.

—Lo vi de frente, Roma, y no dudé que era Camazotz.

—¿Qué aspecto tenía?

El pároco David lo describió como una nube, “la única vez que pude ver los electrones”.  

—¿Me lo podría dibujar?

—Imposible. Esa vivencia no puede encarnarse en un dibujo, ni en música, ni en palabras.

—¿Y por qué me ha llamado?

—Sólo para compartir mi testimonio. Camazotz existe.

 


El Camazotz de Brandon Rey

 

El tercer dibujo coincide con la descripción del párroco y corresponde a Brandon Rey, anatomista y discípulo lejano del puntillista George Seurat. Vemos a un Camazotz carente de líneas, el ala como un enjambre, la cara como una sombra. Ésa es la divinidad: una sombra que es varón y hembra a la vez, fauna y flora, antiguo y reciente. Puntos que flotan, equidistantes unos de otros, inteligentes, como las mónadas. Cada punto es la unidad originaria. Todos ellos, la totalidad de un cosmos. ¿Será eso Camazotz para el párroco David y para el dibujante Rey? 

Por razones editoriales, tuve que reducir el tamaño de mi nota. Así que to be continued.

 

R.Díaz: Estudió Arquitectura en su país natal. En Chicago se ha desempeñado como periodista freelance. Participó en el taller literario del poeta Mignolio. Como parte de su obra narrativa, aspira crear una ciudad literaria que lleve por nombre Los Encuentros.