Cuando Franky Piña me invitó a organizar una lectura de antipoemas como parte de la celebración “Radical Self-Love” de Puntos de Encuentro, espacio híbrido que conducen Franky y la activista Sandra Dávila, lo primero que me vino a la mente fue preguntarme qué era exactamente la antipoesía...
Una parte de la sociedad mexicana te pedirá silencio y sumisión en tu papel de hija, madre, esposa, pareja, amante, profesionista y cualquier otro que se te esté autorizada a representar; te pedirá asimismo que ejerzas el papel de la maternidad como designio ultimo del género que te ha tocado vivir …
Hay una, la que está compuesta de chambritas, tonos azul y rosa, globos, caricias, abundante leche y miel. Esta maternidad pervive en álbumes de fotografías de cumpleaños con pastel apagando velitas, regalos y convivios, vacaciones jugando en el salpicón arenoso de las olas, alhajeros que guardan dientes pequeñitos, mechones de cabellos...
Escribir sobre el cuerpo es dotar de sangre a las letras, de gozo y dolor a los silencios. Estos poemas colectivos surgieron de un taller virtual con Gabriela Jáuregui y Brenda Lozano dentro del Festival Colaborativo y Autogestivo Agua Viva. Nos dividimos en grupos y de nuestros textos individuales mutilamos, maquillamos y regeneramos para luego armar un solo ser, extremidades de aquí y de allá...
Desde mis primeras lecturas me acostumbré a una especie de travestismo anímico que me permitía identificarme con personajes tan distintos de mí como Odiseo o Lord Henry Wotton o Raskolnikov. Pasaba por alto el detalle de que ellos fueran hombres y asumía sus conflictos, sus dudas, sus ideas, de buena fe me imaginaba caminando por una calle de México como si fuera un personaje de Cavafis y creía que la descripción del deseo que hace Villaurrutia en el “Nocturno de los Ángeles” podía servir para entender el mío...
Hubo una vez una mujer. Le cortaron las piernas y le amarraron las manos con alambre. Murió junto al río.
Hubo una vez una mujer. La violó su hermano, desconocieron su nombre.
Hubo una vez una mujer. Encontró a los asesinos de su hija, y le pegaron un tiro en la plaza pública...
El feminismo como decisión política y la sororidad tienen la función de que no se perpetúe la violencia y que no debamos callarnos por temor a represalias. El escrache es una herramienta importante cuando el sistema falla o se rehúsa a actuar, es por eso que estamos juntas y nunca más tendrán la comodidad de nuestro silencio.
Ahí llegará tu pandemic kitty a atacar tus pies a través de la sábana y no te quedará otro remedio que soltar el teléfono, sobar aquella barriga peluda y comenzar tu mañana. De camino al baño, pausarás en el marco de la puerta a observar esa criatura grisácea y frente a esos ojitos curiosos, meditarás en las muchas bendiciones y muchos horrores del año...
Sostenía un lápiz amarillo en la mano, de esos que tienen la punta de carbón y que a nadie interesan por su forma tan simple y reproducida. Existen preguntas que intrigan y momentos de reflexión entre un lápiz y la mente de una mujer porque, como se escucha por ahí, “pensar es altamente femenino”.
Nunca antes se habían empleado armas de fuego para reprimir una protesta ciudadana; a menos claro que se tratase de alguno de aquellos crímenes de Estado que fueron cometidos con impunidad a lo largo de las administraciones pasadas...