#Trump: El incendiario

#Trump: El incendiario


Protesta en el eeropuerto JFK de Nueva York. Foto: ABC News

 

En la tradición democrática occidental, tanto en las altas esferas de la política como fuera de ese ámbito, tirios y troyanos mantienen la sana costumbre de respetar la investidura presidencial. Estados Unidos se ha caracterizado por hacerlo con especial firmeza. Sin dejar de lado el uso de esa norma, en estos días casi todos hablan del presidente de Estados Unidos no con poco pasmo por sus controversiales primeras acciones, pero pocos se detienen a indicar que quien ocupa la Casa Blanca es Donald Trump, un outsider de la política, del gobierno; quiero decir que, además, no se le ve como Donald Trump, el incorregible barbaján, el populista y demagogo, el nacionalista patriotero e incorregible bully. En los hechos no se enfoca al presidente sin su investidura. No se ve al narcisista Donald Trump quien, en una semana ha puesto patas arriba a este país… y es que sin duda todo mundo respeta esa investidura. La Presidencia estadunidense representa un enorme poder en el orden mundial y, por lo mismo, es como el potencial de un descomunal arsenal y si nos fijamos bien, veremos a Trump el obsesivo pirómano con una caja de cerillos.

Los frentes de sus pleitos son dispares y muy diversos, y hasta hoy abre nuevos cada nuevo día, en todos los órdenes, de lo internacional a lo doméstico, un día sí y otro también. Por indicar sólo unos cuantos vemos que en este país pretende tener a raya a los periódicos emblemáticos, amordazar la libertad de prensa; pero ese trompo le puede perforar la uña, eso no sucederá. Dispara sin ton ni son memorándums y órdenes ejecutivas que lastiman al pueblo y deterioran la democracia, como su afán de tumbar el sistema de salud, o su visión de que la tortura funciona, o su embestida contra el pueblo sioux al reimpulsar un oleoducto llamado Dakota Access que contaminará las aguas del río Missouri a cuyas orillas han vivido desde tiempos inmemoriales los pueblos originales.

Parecía inconcebible que un inquilino de la Casa Blanca dividiera de esta manera a Estados Unidos, nos tiene polarizados con una radicalidad creciente, y está en camino de hacerlo con el mundo. De entrada, la crisis diplomática que desató con los mexicanos, con sus aspavientos respecto al cacareado muro, sus amenazas de tachaduras en el TLC y su arremetida contra los inmigrantes indocumentados —cada día más incendiario— están por echar por la borda decenios de una buena relación; una relación con altibajos y muchas rispideces, pero una relación llevadera, trabajada por muchas generaciones de legisladores de ambos países.

El deseo de quienes no votamos por él, ya se ha indicado, era que una vez en el cargo la polvareda levantada en campaña se disiparía, pero ya vemos cómo en una semana se ha vuelto un remolino. Prevalece sin embargo entre sus opositores la certeza de que tarde o temprano, uno espera que más temprano que tarde, todo ese polvo se aplaque.

Entre tanto ni México se ha quedado con los brazos cruzados, ni más de la mitad de los estadunidenses que lo repudia ha bajado la guardia; y no apunto lo de México considerando que su gobierno haya reaccionado puntual y con valor porque no lo hizo, Enrique Peña Nieto ha sido tibio, muy tibio; ha sido el pueblo, la oposición, los intelectuales —escritores y académicos—, los periodistas, empresarios, la gente en las redes sociales los que tuvieron que presionar para que Peña Nieto cancelara la visita que le haría a Trump esta semana.

El conflicto con México está pendiente de solución, lo dejaron en un impasse los dos presidentes y sus comitivas que se habían reunido para acordar la agenda para renegociar el TLC. Pareciera que Trump en su maquiavelismo ha dejado congelado a Peña Nieto mientras abría otros conflictos, pues en tanto que el mexicano anunciaba luego de una llamada telefónica sostenida por ambos que no hablarían en público de la construcción del muro (ojo el comunicado de Trump omitió ese detalle ¿jugando con EPN de nuevo?), el estadunidense giraba otra orden ejecutiva cancelando el ingreso a Estados Unidos de musulmanes de siete países. Asimismo, poco después trascendió que Trump busca reinsertar la ordenanza de que los policías del país realicen funciones de agentes migratorios, o sea, en cuestión de inmigración mantiene al país y al mundo en un revuelo caótico.

Aparte apunto que los mexicanos están creando un movimiento prometedor, por una parte, ante el agravio de Trump al pueblo de México con lo del muro y sus insultos y por otra por la poca confianza que le tienen a Peña Nieto. Cada vez más mexicanos —durante todos estos días de conflicto— llaman o se unen para organizarse de una forma u otra. Buscan unirse, movilizarse, recuperar principios, independencia y, en pocas palabras, para recuperar el país tan en las manos de corruptos, narcos e impunes saqueadores de su riqueza.

 


Protesta en el aeropuerto de Los Ángels, LAX. Foto: Los Angeles Times

 

Pero, a ver, este texto tiende a irse por diferentes ramas. Esperamos que las cosas —sin polvo que enrarezca el ambiente— volverán a un nivel de mejor altura. Los republicanos, previsiblemente —las llamas de Trump queman a cualquiera en su entorno—, pensarán mejor las cosas antes de seguir respaldando sus catastróficas embestidas… ¡tienen que abrir los ojos! Los demócratas por su parte, pondrán los puntos sobre las íes y se ventilarán fuertes debates que terminen beneficiando a la ciudadanía, se espera. Pero lo más importante que veo es la defensa de la democracia desde el pueblo, desde la posición de las mujeres, de los grupos de la comunidad gay, desde la de quienes no votamos por Trump, desde la de los jóvenes, desde la de quienes nos resistimos a volver al pasado.

Vienen días, ya los vivimos debo decir desde el siguiente día de la toma de posesión de Trump como presidente, con esa grandiosa Marcha de Mujeres… y los que vienen, la resistencia ya ha sido convocada, no queremos volver a la obscuridad: no vamos a volver a la obscuridad.

Hace un par de días revisando la revista digital Político, repasé los cartones de excelentes caricaturistas, uno de ellos se me quedó grabado más que los otros: Está Trump del otro lado de una gran mesa rectangular, frente a él un grupo de quienes ha elegido para su gabinete, el presidente les pregunta: “¿Quién de ustedes sabe gobernar?” Y sólo uno de ellos, con modestia, dice: “Yo, un poquito”… “¡Estás despedido!”, le espeta, sin más, el tipo… Es la realidad. Comenzando por el presidente, es un equipo de ricos que no sabe gobernar, que no son políticos —en el mejor sentido—; es un grupo de personas que representa múltiples intereses, sin duda, menos los del grueso de la gente.

Concentraciones espontáneas como las realizadas en los aeropuertos este sábado en contra del veto trumpista al ingreso al país de musulmanes; manifestaciones organizadas contra el muro en la frontera sur, contra las políticas draconianas que perjudican a los inmigrantes sin documentos; los organismos de defensa de la democracia reclutan abogados voluntarios, las redes sociales convocan a salir a la calle con carteles a favor de los principios fundamentales de esta nación de inmigrantes, se subraya y, en fin, leyendas contra Trump como parte de la resistencia de quienes no estamos de acuerdo con sus políticas caprichosas y xenófobas.

El inquilino de la Casa Blanca ha sido señalado por especialistas como un tipo con problemas de personalidad, un tipo que sufre narcisismo maligno, una discapacidad que perfila diversos síntomas, pero el primero es notable en Trump: grandiosidad, es decir, un sentimiento exagerado de ser especial, cree que está dotado de un talento inusual, se siente superior a los demás y todo eso contrasta con la realidad.

Sin duda Trump, que también ha dado muestras de paranoide, es un grave peligro en la Casa Blanca, para este país, y para el mundo entero.

Una vez que veamos a Trump tal cual, también veremos que por encima de las amenazas y peligros que representa, también propicia —ya lo han señalado diversos líderes de opinión— oportunidades… oportunidades que pueden trocar los temores en esperanzas, en nuevas perspectivas.

Barack Obama, horas después de dejar de la Casa Blanca y refiriéndose a la alternancia del poder, dijo unas palabras que aquí recojo: “Esto no es un punto (final), es una coma en la historia de Estados Unidos, una historia que continúa edificando al país”, una historia que cincelamos entre todos, con la diversidad como principio.

 

 
Protestas en el aeropuerto O’Hare de Chicago. Foto: DNAinfo

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Raúl Caballero García, escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com.