Sin justicia no hay paz

Sin justicia no hay paz


Manifestación en Charlotte, Carolina del Norte. Foto: Getty/Sean Rayford

 

Los noticieros televisivos la mañana de hoy (miércoles 21) transmitían la noticia desde todos sus ángulos, pero no hay tantas vueltas que darle: Otro negro, Keith Lamont Scott, cayó muerto por las balas de policías; el hecho provocó nuevos disturbios anoche en Charlotte, Carolina del Norte, en protesta porque Lamont Scott es el enésimo negro desarmado —según se destaca de la versión familiar— que ha sido muerto a balazos de la policía.

Keith Lamont Scott (de 43 años), de acuerdo a la información difundida por diversas agencias, efectivamente no estaba armado, leía mientras esperaba a que un hijo suyo saliera de la escuela, o sea en las manos tenía un libro no un arma.

Ayer al atardecer cuando se supo la noticia comenzaron las manifestaciones, creció la tensión cuando la policía bloqueó una marcha, en las imágenes transmitidas se observan policías equipados de arriba abajo y todos con macanas en las manos, en tanto los manifestantes llevaban carteles donde se leía “Dejen de matarnos”, “Las vidas de los negros también importan”, “Sin justicia no hay paz”, entre otros mensajes. Otras imágenes mostraron cómo la policía dispersó a los manifestantes con bombas de gas, por lo que les respondieron con piedras. Hubo heridos de los dos bandos. 

La tensión racial en el país no disminuye. Los acontecimientos de anoche en Charlotte se dieron a pocas horas de que se reveló un video en el que se ve cómo la policía de Tulsa, Oklahoma, mató a otro afroamericano, Terence Crutcher (de 40 años), desarmado y con las manos en alto, el pasado viernes 16.

La creciente violencia de la policía contra ciudadanos negros y la reacción, también violenta, de los negros contra los abusos de la policía se han vuelto un asunto cotidiano en este país. La brutalidad policiaca y la violencia de organizaciones de negros vienen marcando la historia nacional desde hace décadas. Si le escarbamos un poco veremos los horrores del pasado, los linchamientos siempre presentes en la colectividad, entre otras abyecciones, y es que todo aquello quedó soterrado a mediados del siglo pasado, pero nunca desapareció. 

Hoy con un negro en la Casa Blanca pensábamos que comenzaría a ser distinto, pero no fue así. Apenas Barack Obama tomó posesión se dieron los reacomodos políticos en las cámaras legislativas, los demócratas perdieron la mayoría en ambas cámaras, el Partido Republicano (PR) pasó a dominarlas, se les filtró el llamado Tea Party (grupo extremista), sus representantes levantaron el muro del “no”, se opusieron a cada propuesta del primer mandatario, se recorrieron a la extrema derecha, afloraron múltiples grupos racistas y blancos supremacistas como satélites del partido y éste se vino convirtiendo en otro muy distinto, donde hasta los conservadores moderados eran mal vistos —el PR hoy está dividido y su cúpula no tuvo más remedio que sostener a su Frankenstein: el impresentable Donald Trump—.

El racismo y la discriminación racial han vuelto a ser una constante. Obama lo ha reconocido, una y otra vez en el marco de casi cada afroamericano muerto por policías. Las brechas culturales no sólo persisten, al parecer se ensanchan sin control… y eso es un retroceso social de cuidado —el pleito de las actuales campañas por la Presidencia son resultado de todo eso—. El racismo aquí está, la desigualdad se agranda, en todas sus formas, la desigualdad en los ingresos, la desigualdad evidente en el desempleo —son temas que deben exponerse en las campañas políticas— pero las que son motivo de estas líneas, la desigualdad en el trato de la policía a blancos y minorías (no sólo los negros reciben trato diferente) y la desigualdad en la justicia penal no sólo deben debatirse, quienes están a favor de recomponer estos asuntos, de alcanzar una reforma que equilibre la aplicación de la justicia, deben convertirse en otra prioridad nacional tan importante como el asunto de la inmigración, del que también se derivan graves problemas sociales.

El caso pues es que hoy la relación entre blancos y negros sólo viene empeorando y así seguirá si no hay una reforma del sistema de justicia criminal, hay voces incluso de jefes de departamentos policiacos que reconocen la necesidad de preparar mejor a los policías, e igual, es imperativo crear puentes con las comunidades y barrios para que resurja una duradera reconciliación. Pero ciertamente todo eso depende ya de la sucesora de Obama.

Es probable que la problemática derivada del racismo nunca desaparezca del todo, pero es posible mantenerla a raya, es posible alcanzar una concordia nacional que supere lo irracional, es posible restaurar todo lo ganado desde la visión de Abraham Lincoln, restituir la solidez de lo logrado durante las luchas por los derechos civiles y sí, sí creo posible recuperar y preservar lo mejor de nuestra civilidad.

 

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Raúl Caballero García. Escritor y periodista regiomontano, para comentarios: caballeror52@gmail.com.