R de Rosalía: la repercusión de una cantaora futurista en Chicago

R de Rosalía: la repercusión de una cantaora futurista en Chicago

Rosalía Lollapalooza 

 

 

Sonidos de Roxy

 

Era el inicio de 2019 cuando un amigo que regresaba de Sudamérica me obsequió una revista Rolling Stone con Rosalía en la portada y en los interiores aparecía el artículo “El cante global de Rosalía” firmado por Gabriel Orqueda. Me impactó la mirada fulgurante de Rosalía Vila Tobella, cantante, compositora, productora, actriz y empresaria originaria de la comarca del Bajo Llobregat, Barcelona. La fotografía del cover la tomó Roger Kisby. Más allá de su vestimenta y los tonos impetuosos, como salida de una película de Pedro Almodóvar, los ojos de Rosalía transmitían algo más insondable que el abecedario “motomami” jamás podría describir. En aquel álgido invierno, repasé Los ángeles (2017) y escuché por varios días El mal querer (2018), ambas obras son conceptuales y viajan entre el pasado, el presente y el futuro de la música flamenca.

 

 

La mujer en el flamenco

Escuchar a Rosalía implica prestar oídos para escuchar el pasado, no sólo para entender el presente de su música, sino también para acercarnos a la historia de las figuras que han forjado su bagaje y disciplina artística. Su camino, tal como el de sus predecesoras, no ha sido fácil. Sin embargo, sus estudios de flamenco en la Escuela Superior de Música de Catalunya y su formación escénica en las calles y lugares del Raval en Barcelona le han dado las herramientas para transformarse. Pero Rosalía no sólo vivió y estudió la tradición flamenca, sino que también comulga con las nuevas escenas, otras corrientes musicales como el trap, el hip-hop, el reggaeton, la electrónica, y todo ello la posiciona como una cantaora futurista. 

Pero, ¿escuchábamos flamenco antes de Rosalía? Mi acercamiento al flamenco se ha dado en breves escalas. Pudo haber sido entre los 15 y 16 años de edad cuando escuché la voz de Marina Abad (Marina La Canillas), cantante y compositora de Ojos de Brujo, banda barcelonesa formada en 1996 que me contagió con su fusión de flamenco, reggae, hip-hop y otras corrientes musicales del mundo. “Quien engaña no gana” fue uno de los temas que más escuché del álbum Bari (publicado en 2002, quince años antes del primer álbum de Rosalía). De ahí, llegué a clásicos como Camarón de la Isla, Paco de Lucía y Diego El Cigala. En ese entonces, no llegué a conocer a muchas cantaoras o guitarristas en estos espacios de la música flamenca. 

Y no es que no existieran mujeres en el flamenco, ¿acaso las conocemos? Con los años, me he acercado a figuras de varias generaciones como Lola Flores, Estrella Morente y Soleá Morente, María José Llergo, entre otras. En Chicago, tenemos presencia de la cultura flamenca y hasta había un festival anual dedicado a este género: el Chicago Flamenco Festival organizado por el Instituto Cervantes. Dentro de la escena local, hay compositoras como Vivian García, de raíces cubanas nacida en Chicago, quien se inició dentro de la rumba flamenca y quien estudió en Granada y Madrid. Aquí también se dio a conocer la guitarrista flamenca Andrea Salcedo, quien me ha acercado a otras guitarristas de este género como Antonia Jiménez. Salcedo es la primera guitarrista mexicana de flamenco originaria de Jalisco, y ahora radicada en Madrid donde este año ha estrenado su primer álbum Fuente y cauce de la guitarra flamenca, bajo el sello Dinorah Records, creado por su madre Dinorah Sotelo. Similar a la historia de Rosalía, las madres se han involucrado en el impulso de una nueva generación de artistas. Gracias a esto, otras protagonistas del flamenco han tenido más visibilidad con la repercusión de sus proyectos y han logrado llevar su música en otras direcciones.

 

Un sonido global

En una ciudad global como Chicago, el lenguaje de Rosalía resuena a primera escucha. Siendo ‘de aquí y de allá’ nuestras raíces se van trenzando entre distintas diásporas; somos una pluralidad de acentos, sonidos, imágenes y personajes. Esto lo escuchamos en el sonido actual de Rosalía. En el verano de 2019 la cantaora ofreció su primer concierto en Chicago, una de las presentaciones más eufóricas en Lollapalooza. Con una performance imponente y festiva, Rosalía se adueñó del escenario Tito’s. ¡Madre mía! fue lo que me repetí al ver a esta música exaltándonos en cada canción con su poderío vocal y escénico. Aunque pasaba algo más ahí, y muy especial, en esa vinculación de caras y cuerpos rendidos ante la presencia de Rosalía, entregados a un repertorio que ya desde entonces presagiaba su siguiente fase ‘motomami’. 

La energía ‘motomami’ se interpreta como “fuerza (moto) y fragilidad (mami)”, como lo ha explicado Rosalía, quien se inspiró en la figura de su madre, su gran cómplice en el despunte de su trayectoria. Este tercer álbum Motomami es una celebración de la mujer que es, y qué somos, del ser dueñas de nuestras experiencias. Es un juego del lenguaje. Una cátedra de producción musical que se va desglosando en todo el álbum. Motomami es un viaje por el mundo, como un sampleo de las infinitas posibilidades de la música. Rosalía arranca este disco con “Saoko” manifestando “yo me transformo”. Sí escuchar este álbum ya es una experiencia explosiva, ahora llevarlo al en vivo cobra triple vida en el escenario de una manera que deja reviviéndolo día a día desde el smartphone.

 

Motomami World Tour

La performance de Rosalía es un happening desbordante. Así se vivió el último concierto de Rosalía el pasado 28 de septiembre en el Aragon Ballroom como parte del Motomami World Tour. Para empezar, es una vivencia sinigual ver la pasarela de caras, fashion, vocablos, olores y colores de la audiencia multigeneracional y multiracial en la fila que se abre paso desde muy temprano. Aquella noche la fila en el Aragon se extendió hacía el norte de la avenida Broadway, y ahí esperamos dos amigas y yo cobijándonos entre nosotras de las primeras ráfagas del frío. Cuando por fin entramos, nos posicionamos del costado derecho del venue a unos metros del escenario mientras en una pantalla blanca se iba trazando una figura y el nombre de Rosalía antes de que ella entrará a escena. 

 

 

Rosalía apareció en el escenario con un vestido rojo: el color del poder, de la fuerza, de la pasión, de una motomami. Agradeció estar en un venue donde alguna vez estuvieron personajes que admira como David Bowie. Y ahí estaba ella, en sus diferentes Rosalías, con la voz como su principal instrumento. Sin banda. Ella al frente y al centro. Tocando la guitarra y el piano. Dirigiendo su cuerpo como un poema en movimiento. Tal como se ha visto en los vídeos en las redes sociales, vemos tres pantallas blancas, una cámara que va siguiendo a Rosalía y de la cual ella también se apodera para acercarnos a esa intimidad desde el escenario; a la par, su tribu de bailarines llevan este happening a otros niveles donde el cuerpo trasciende y armónicamente revela lo inexpresable de la palabra. Más de veinte canciones, en su mayoría del último álbum, cerca de dos horas de duración. Uno de los momentos más elevados de esa noche fue escuchar a Rosalía cantar “De plata” del álbum Los ángeles, vistiendo una falda negra con cola de muchos metros. la energía que transmitía fue la representación de muchos años de dedicación al escenario y al cante. 

 

 

Rosalía llega al cierre “con altura” y agradece por tener a un público tan entregado. Y es que pasa de todo en un concierto de Rosalía. Una pareja gay celebra su compromiso. Una chama venezolana decide irse atrás para que no le bloqueen a Rosalía, y verla bien, no desde el celular. Varias personas a mi lado se pelean por el lugar, por estar ahí lo más cerca posible de Rosalía. Extrañamente no todes graban en sus celulares. ¡La queremos ver completa ahí desde el escenario! Qué no se nos escape este momento. Rosalía mantiene una interacción cariñosa y muy cercana al público que hasta le avientan un diario personal que comienza a leer. Se acuesta en el escenario, se echa agua en el cabello, muestra su cara al desnudo, sin make-up. Es ella y eso se le agradece. Estar allí me devuelve las ganas que había perdido en otros días. Me siento triunfante, pues algunas amigas que anteriormente no escuchaban a Rosalía, se han vuelto fans, han vivido conmigo esta experiencia. Nos sentimos todas unas motomamis. Porque “soy muy mía, yo me transformo”.

Rosalía es más que un fenómeno en la esfera del pop global y la música flamenca. ¿Chica, qué dices? Sí, Rosalía es cultura. Lo que necesitaba la música popular. Rosalía es la evolución de la música. Rosalía es “to’a’ las cosa”.