La prensa en la calle

La prensa en la calle

En ciertos medios leo, veo y escucho que existe un México donde Peña Nieto está librando una valiente guerra en contra de los desestabilizadores y donde se da por cierta la versión oficial de que los 43 normalistas fueron quemados en un basurero. En ese México han llamado comemierdas a quienes hemos marchado últimamente, se exige ser congruente con su propia incongruencia (algo que deberíamos tomar como una virtud) y se prohíbe pensar siquiera si Peña Nieto cometió cohecho en el asunto de la casita de 7 millones de dólares. 

En ese México se alaba a Angélica Rivera por haber salido a defender a su marido en horario triple A, el procurador y el secretario de Gobernación reciben aplausos y palmaditas, y los malditos medios extranjeros son parte del complot que sabe Dios quién auspicia. En ese México no se cuestiona por qué la policía del gobierno capitalino trasladó a la SIEDO a los once ciudadanos que fueron arrestados el 20 de noviembre en el zócalo, o por qué el gobierno de Peña Nieto decidió acusarlos de terrorismo. En ese México, Peña Nieto está afligido, Rivera no duerme, Iguala no es parte del Estado mexicano, las marchas no pasan de 30 mil personas y solo nos manifestamos los mismos de siempre. Es el México donde la verdad se negocia.

Hay otro México que está saliendo a la calle. En ese México, Peña Nieto ha perdido toda legitimidad, se pide acabar con la impunidad y los 43 normalistas desaparecidos son la causa común para marchar. En ese México, entre los desestabilizadores hay niños con carteles donde le exigen al crimen que no los mate y los dejen estudiar. En ese México, la apática, pero también cansada clase media ha salido a protestar y espontáneamente cuenta del uno al cuarenta y tres, para luego gritar ¡Justicia! —me tocó verlo en una cantina de la colonia Roma. 

En ese México, una niña de once años está juntando firmas para que Peña Nieto renuncie y miles están exigiendo la pronta liberación de los once arrestados del 20 de noviembre. En ese México, el jueves pasado, caminamos al menos 100 mil personas, nos sentimos uno y sí hubo infiltrados. En ese México, cierto, falta que más gente tome las calles (nuestras calles), falta un plan de acción, falta que surjan nuevos líderes, y faltan más marchas, pero los ánimos parecen estar como para que todo ocurra a su tiempo. Seguir marchando pacíficamente, es la misión. 

¿Es solo por los normalistas de Ayotzinapa? ¿Son los miles de muertos y desaparecidos? ¿Es la violencia, son los narcos, son los políticos? ¿Es la casita de la Gaviota? ¿Son las investigaciones de muchos periodistas honrados? ¿Es el Twitter? ¿Es la soberbia de Peña Nieto o la del señor Murillo? ¿Son los secuestros, las extorsiones, los feminicidios? ¿Son la pobreza, la impunidad, la corrupción, la falta de justicia? Lo ignoro, pero la gente está despertando. Estoy seguro, eso sí, de que no hay complot. Eso sólo ocurre en el México de ciertos medios, donde la verdad se negocia.

Alejandro Almazán. Estudió comunicación en la UNAM. Ha colaborado en Reforma, Milenio y El Universal y el semanario Emeequis. Es tres veces Premio Nacional de Periodismo en Crónica. Autor de Gumaro de Dios, El Caníbal, Placa 36, Entre Perros y El más buscado.@alexxxalmazan

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