Gabriel García Márquez 1927 – 2014

Gabriel García Márquez 1927 – 2014

Se nos adelantó el autor de Relato de un náufrago, Cien años de soledad y otras tantas obras. Muchos, no sin cierto temor, nos acercamos a la literatura a través de uno que otro libro y tal vez a partir de su lectura comenzamos a escribir. Es cierto que el mejor homenaje que se le puede hacer a cualquier autor es leerlo. Hoy en El BeiSMan decidimos invitar a colaboradores y amigos a despedir a uno de los grandes de las letras.

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Gracias al maestro

Como muchos admiré la originalidad de su propuesta literaria, esa propuesta que vino a llamarse realismo mágico y que quebró el molde de la literatura. Como todo latinoamericano me sentí orgullosa, y a veces envanecida, de que el mundo reconociera gracias a su trabajo (y el de otros de su época) el valor de nuestra cultura, nuestro pensamiento, nuestras letras. Como una lectora cualquiera me enamoré una noche de Florentino Ariza, a la siguiente del Dr. Juvenal Urbino, en una tercera de Santiago Nássar y al final me aseguré de no enamorarme en la vida real de nadie que se pareciera ni de lejos a ninguno de ellos. Como colombiana me llené de un orgullo que me hizo sentir que yo también podría, algún día, dejar una huella tan gigantesca como la suya en el planeta tierra. Como escritora, he buscado sin cansarme la clave de su secreto. Y he llegado a la conclusión de que Gabriel García Márquez era, más que un maestro, más que un escritor con un cerebro privilegiado, una persona buena, alguien con la capacidad para observar los devenires y los personajes de la vida real diaria desde un cristal de desenfado. Y ese desenfado, léase, ese no estar enfadado, ese no acumular rencores ni rabias, ese ser capaz de reír y hacer reír con todo lo que pasa, fue lo que le permitió encontrarse los personajes y las historias que descubrió con su escritura y que tuvieron la capacidad de llegar a los lectores de todos los confines del mundo, a comunicarse con ellos, a acercárseles, quizás a inspirarlos y a cambiar sus vidas. Lo paradójico, y quizás aquí es donde se encuentra la médula espinal en su legado literario, es que ese desenfado fue solo una forma de expresión de un pensamiento muy profundo, complejo, comprometido, humano. Descanse en paz, maestro. Nosotros, los que nos quedamos, lo estaremos recordando por muy largo tiempo.

Martha Cecilia Rivera. Narradora y poeta colombiana. Su obra incluye la novela Fantasmas para noches largas, el volumen de relatos Opera de un hombre que buscaba,y el poemario, Peldaños de Brecht. Puede leer su blog presionando el enlace.

 

 


Ese Oriundo de Aracataca

Intenté leer Cien años de soledad cuando cursaba el segundo año de secundaria. No pasé de la página en que los gitanos llegan a Macondo con el espectáculo del imán o el show del hombre-víbora. Ya en Chicago, a principios de los noventa, el paraíso de la Biblioteca Pública Rudy Lozano guardaba sus mejores estantes para los libros de Gabriel García Márquez. Empecé leyendo la obra periodística y luego di el salto a la obra maestra. La soledad que me proporcionaba el nuevo entorno me permitió ingresar en la literatura latinoamericana. La puerta a la lectura y a la escritura, como a muchos, la abrió ese oriundo de Aracataca.

Raúl Dorantes. Escritor; autor de la novela De zorros y erizos.

 

Gabo, aquí te seguiremos leyendo

Tan solo hace un mes y días, Gabo celebró sus 87 años de vida en la zona sur de la Ciudad de México, su segunda residencia que nunca dejó desde la década de 1960. Hoy se cierra un ciclo de un gran humano que transformó la literatura, el cine, el periodismo, la juventud y el pensamiento latinoamericano. A muchos nos tocó conocerlo en clases de literatura o cine, quizá al principio con la lectura forzada de libros como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera. Sin embargo, esa lectura forzada pronto se convertía en amor a su pluma que trazó mundos peculiares, tan mágicos y reales, tan lejanos y cercanos. En mi caso, la faceta más admirable de Gabo fue aquella de cinéfilo. Sí, porque antes de ser encuadrado como la figura central del realismo mágico, el séptimo arte marcó su carrera de escritor, crítico y periodista. Ese mismo afán lo llevó a Cuba para fundar en 1986 junto a Fernando Birri y Julio García Espinoza uno de los centros más importantes del cine en Latinoamérica: la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de Los Baños. Algo curioso es que sus intentos con el guionismo lo llevaron a crear la obra esencial Cien años de soledad. Gabo hizo de todo, hasta se dio el placer de inclusive actuar con sus compinches Buñuel, Rulfo y Monsiváis, que ahora se acompañan en este nuevo ciclo. Recuerdo que el pasado invierno me tenía un poco desesperada y decidí visitar una tienda de libros usados al norte de la ciudad. Buscando en la sección de libros en español, me topé con La aventura de Miguel Littin clandestino en Chile, un reportaje de Gabo sobre el cineasta Littin durante sus días como exiliado clandestino en Chile. El cajero gringo se asombró cuando le entregué el libro para pagarlo, me decía que solo pensaba que Gabo escribía ficciones. ¿Y acaso la ficción no es la realidad? Gabo hoy cierra un ciclo y comienza otro ¡Chaosito, Gabo! Aquí te seguiremos leyendo.

Roxyo Colette. Escribe para descubrir. Le gustan las historias breves, y los sueños eternos.

 


Mariposas amarillas

La muerte estaba próxima, tal vez ya anunciada por sus años y su deterioro físico. Lo sabíamos quienes por largas décadas habíamos sido fieles admiradores de su obra, pero no fue suficiente para evitar la tristeza por la noticia.

No lo conocí personalmente, sin embargo acompañó gran parte de mi vida como si fuera un familiar cercano, un amigo incondicional. En momentos tristes y alegres, en ratos de ocio y de reflexión, en fracasos profesionales y en aprendizajes involuntarios, ahí estaba su realismo mágico que me hacía volar.

Recuerdo que cuando llegué a Chicago, hace ya siete años, incluí en mi equipaje mi libro favorito, solo uno porque no podía traer más. Un día, mientras esperaba en una lavandería mi ropa, me sumergí de nuevo en la historia de los Buendía como si fuera la primera vez que lo hacía, cuando un mexicano que aseaba el establecimiento se acercó a mí e intentando hacerme la plática me preguntó qué leía.

Yo no solo le dije que era mi novela favorita, Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez, también agregué que me gustaba tanto que era la cuarta vez que la leía. Y el hombre solo dijo ¡aahhh!, y se fue.

No habían pasado ni cinco minutos cuando regresó y me dijo “¿y para qué tanto la lee?, ¿no cree que con una sola vez basta?”, lo que me provocó durante el resto del día una sonrisa cada vez que lo recordaba. 

Así era mi conexión con la narrativa fantástica de García Márquez, una pasión poco entendida, aunque estoy segura que por muchos compartida. Quienes nos imaginamos en este momento de su partida algo mágico, tal vez su ascenso al cielo rodeado de mariposas amarillas. 

Flavia Irene Rodríguez. Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UNAM. Durante más de 30 años ha ejercido su carrera en distintos medios informativos, principalmente en el área financiera, aunque su pasión es la cultura y la política.