Esta violencia actual

Esta violencia actual

 

Buscar un punto en el tiempo, un antes y un después que haya dado lugar a la violencia de nuestros días, nos conduce invariablemente a la pregunta por las pulsiones humanas, y de la mano de ésta, a la pregunta por la interpretación moral. De la experiencia a la letra y de la letra a la palabra se ha llegado a la conceptualización de que todo ser humano es erotismo y violencia, ¿es éste un principio universal e infranqueable? Ciertamente; la vida se desenvuelve entre ambos fundamentos. ¿Pero por qué impera la exacerbación de uno de ellos?, ¿hacia dónde nos dirigimos a pasos agigantados?, ¿poseemos todos algún grado de responsabilidad ante el panorama actual? La pregunta puede resultar ridícula frente a argumentos que apuntan a las distintas formas de resistencias sociales, ¿será acaso que el uso y abuso del poder ha superado toda posibilidad de emancipación?

Desde el período de la Antigua Roma, Plauto nos legó una frase que la historia del pensamiento se ha apropiado de una o de otra forma para señalar la licantropía inmanente a la ““naturaleza humana””: “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. ¿Qué significa desconocer al otro?, ¿cuáles son las causas y los efectos del desconocimiento?, ¿la dialéctica entre re y des-conocer entra en marcha sin violentar? Lo esencial sería esperar alcanzar un equilibrio basado en principios éticos en pro del amor por los semejantes que, si no son uno, son otros-yoes, sin embargo, haciendo una revisión de los encuentros entre yoes, podríamos decir que la dialéctica se desarrolla bajo la lógica del amo y del esclavo.

En el modelo patriarcal la otredad es excluida, estigmatizada y oprimida a la opacidad de justificaciones metafísicas, políticas y morales. No es extraño que siglos bajo el mismo sistema hayan dado como resultado la compleja circunstancia actual. Y es que se trata de un sistema que se inclina por la violencia simbólica y real como medio e incluso como fin; la fortaleza vuelta ley y el paternalismo opresor alimentan su vigencia desde la ambición que tiene sus raíces en el miedo disfrazado y en una enmarañada concepción del tiempo. Poder físico, territorial, económico, sexual, cultural y demás representan los fines, los prototipos que marca el patriarcado para el hombre (hablamos de la idea de ser humano neutral y obviamos la invisibilidad en que, de acuerdo a dicho esquema, se encuentras otrxs sujetxs). En ese sentido, si nos detenemos por un momento a pensar en los arrebatos que supone alcanzar ese prototipo, podremos vislumbrar los orígenes de la exacerbación de la violencia.

Así que contextualizando un poco, ¿la circunstancia de México nació a partir de “““la guerra declarada”””? ¿No fue una estrategia más para dividir (divide y vencerás)? Gobierno y delincuencia han adquirido un matiz de sinónimos. Palabras como república, democracia, legalidad y seguridad flotan en el plano de los sentidos abstractos y pierden su significado en las prácticas del gobierno-delincuencia. La circunstancia se ha tejido en una misma red y ésta se ha reforzado y legitimado merced a ciertos medios de comunicación que propagan e incitan a la reproducción de ideas y de esquemas. Forjar un ideal de felicidad condicionado y otorgado por el consumo, el egoísmo y la opresión es violencia; estamos en la era del instante –pregonan las grandes corporaciones, y ante esa prisa innecesaria, violentar se vuelve vía para lograr el ideal y obtener reconocimiento. Reiteramos: es una misma red.

La violencia, lamentablemente, está transmutando en cultura e identidad. ¿Dónde queda el fundamento del amor, no el amor pensado como idilio monógamo, sino el amor como unión?, ¿o será que hemos dejado que el Eros se resigne al asolamiento, víctima de la nostalgia de la edad de oro y del paraíso prometido?          

Brenda Bautista. Estudia filosofía. Es parte del Consejo Editorial de El BeiSMan. Coautora del libro Piloto (2013).

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