En el sueño

En el sueño

 

19 de noviembre 

a un verso de Papini

 

Hoy he temido alejarme

He visto por un instante 

la persona que jamás fui

Ya no tiene caso

estoy vacío

me gusta lo negro del celeste cesionario

Hoy he temido que la vida no se acabe

que se invierta el día

y equivoque mi alma

en esta procesión  

 

Hoy he contemplado

la silueta ágil

de la muerte en el alejamiento

las concertinas en réquiem

la necesidad del fuego

el dolor profundo 

la nausea

la marea

los golpes de las piedras prontas al advenimiento

cuando pesa el ruido blanco

                                          y  

                                               no

                                                       me

 

 

Adiós a la feria del libro

 

Un gabinete de curiosidades

se ha llevado la niñez perdida

 

Las manzanas descolgadas

no postulan nada

                         siguen los amaneceres

 

Cierro los ojos sollozando

apago los espacios

entre la penumbra y tanta lucecita

veo a Einstein en el autobús

se lame los labios                              

                          arregla su mostacho

                                                        aleja la mirada

 

∴ 

                                                                  

En el sueño

(fragmento de los paleteros)

Al tercer día: los gritos anunciaban que habíamos entrado a Washington y que la cabeza había llegado a la avenida Pensilvania. Nos detuvimos, a lo lejos se veía mucho humo, el hedor picante llegó hasta nosotros, empezamos a toser y a lagrimear, algunos vomitaban; pasó un grupo cargando unos muertos, uno de ellos me dijo que les habían soltado a los perros, que la policía, el ejército y grupos mercenarios de corporaciones, habían parado la cabeza de la marcha. Que había tanques con cañones de agua, que estaban soltando perros, disparando gas, granadas de balines y que los helicópteros que nos sobrevolaban, estaban listos para disparar.

La sirena de alarma sonó en la ciudad, se escucharon disparos como palomitas, parecía que nos dispersábamos pero éramos muchísimos, algunos discursos gritaban: ¡este es el momento, ya no importa nada, avancemos hasta el frente!, otros rogaban que dispersáramos la marcha, que nos perdonarían si no dañábamos el césped, unos religiosos decían que la virgen estaba llorando mientras mostraban los estigmas en el cuerpo de una mujer desnuda, y empezaban una orgia. Todos gritaban incoherencias, llanto, peleas, todo era muy confuso y muy absurdo, yo ofrecía mis paletas y estaba desnudo también, de pronto apareció Gandhi, y de un grito nos ordenó: ¡silencio! ¡Quédense quietos! mientras avanzaba al frente montado en un elefante; empuñando un fémur. Vi un grupo de anarquistas sacándose selfies, junto al monumento a Washington, en la piscina memorial a Lincoln había un concierto de rock y todos se metían al agua, dejé mi carrito de paletas y cuando estaba a punto de darme un chapuzón se me acercó un niño, me preguntó si el color de los huevos tiene algo que ver con lo grande que puede ser uno, me detuve y sin saber que responderle, le ofrecí una paleta, entonces un estruendo en el cielo nos hizo temblar a todos, nos quedamos callados por un momento.

En el cielo apareció algo muy extraño: de entre las nubes emergió una isla, en ella; una ciudad flotante. A medida que el cielo se despejaba, se veían, edificaciones, monolitos, pirámides de todo tipo, dentro de una gran muralla. Entonces nos dimos cuenta que la visión era real, que no desaparecía y que descendía rápidamente sobre nosotros. Los helicópteros trataron de escapar; pero explotaron debajo de ella, la isla flotante se acercaba cada vez más y todos empezamos a correr en todas direcciones, llovían escombros, balas, al final peleábamos todos contra todos. Empecé a correr, llegué a la cabeza de la marcha, seguíamos matándonos hasta con los dientes, me puse a llorar. Y cuando la ciudad flotante empezó a aplastarnos, vi al niño en el suelo, con la paleta en la mano; pensé que estaba muerto, pero abrió los ojos y mientras se desmoronaba la punta del obelisco me susurró algo.

¿Sabes qué me dijo?

—Psst. ¡No abras la puerta!

 

Miguel Marzana. Poeta, escritor y estudiante boliviano, sus poemas han sido traducidos al inglés, árabe y catalán donde destaca los jardines, la derelicción, el clima y la deriva de su generación. Es autor del poemario Descomposiciones. Es miembro del consejo editorial de la revista contratiempo, forma parte del movimiento continental “cultura viva comunitaria” y es coordinador del proyecto de performance poético y poesía escénica Prohibido leer vive en Chicago donde se desarrolla como escritor y poeta.