El acervo fotográfico de Frida Kahlo

El acervo fotográfico de Frida Kahlo

Continúa en gira Frida Kahlo: Sus fotos en el Museo Nacional de Arte Mexicano de Chicago, una valiosa y reveladora exposición dirigida por el Museo Frida Kahlo—Museo Casa Azul/Diego Rivera. Esta exposición sigue las directrices del curador original, el reconocido fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio, especialista y miembro fundador del Consejo Mexicano de Fotografía. Montada en la galería principal, se divide en seis fases (no cronológicas) de la vida de Frida: Los orígenes, La Casa Azul, Política, Revoluciones y Diego, Su Cuerpo Roto, Amores y Fotografías de Frida. La exposición tal y como se ideó originalmente, presenta 241 fotografías de las 6,550 que fueron archivadas. Vale mencionar que en el 2019 se publicó la edición homónima: Frida Kahlo: Sus fotos (Editores RM, 2021), idea original de Hilda Trujillo y realizado por Pablo Ortiz Monasterio (et al), en el que se presentan todas las fotografías encontradas en el archivo y donde se describe a fondo tanto la fundación del museo Casa Azul como la instauración de la exposición original.

La colección de fotografías, guardadas y olvidadas por casi medio siglo, salió a la luz de nuevo en el 2007 y se volvió todo un ideario y nuevo imaginario. Como lo habría de explicar la señora Hilda Trujillo, directora del museo Frida Kahlo y Diego Rivera en ese tiempo, el acervo fotográfico de Frida Kahlo cambió y hasta cierto punto desmintió las nociones de su personalidad y su vida privada. Sucedía que antes de este hallazgo, la fuente principal para indagar aspectos íntimos era la obra pictórica y fotográfica accesible en esos tiempos. El estudio minucioso de los documentos, fotos, objetos de uso personal y cartas develaron otros aspectos de la personalidad de una de las artistas más enigmáticas del siglo XX, una mujer que, pese a todo el sufrimiento físico y mental a causa del infame accidente, supo disfrutar de la vida y vivirla como pocas personas de su tiempo podían hacerlo.

Conocer y difundir estas particularidades de la artista más importante de México en el siglo XX, —cuya obra se presentó en el Louvre antes que la de cualquier otro artista Mexicano—, ha sido crucial para restituir una noción más certera de su personalidad, su vida íntima y sus relaciones sociales y políticas. El hecho lamentable es que, ante el imprevisto ascenso a la popularidad en la década de 1980 y luego con la propagación de los medios digitales en la década de 1990, la imagen de Frida Kahlo de pronto se convierte en un objeto no solo de culto, sino también de explotación comercial. Paradójicamente, como lo explica Priya Prasad (en su artículo “Commodifying Icons: The Commercialization of Frida Kahlo”), tanto el feminismo burgués como los especuladores contribuyen a la explotación de la imagen de Frida, al embellecimiento y a la despolitización de una mujer que sentiría asco al ver su imagen reducida a una muñeca Barbie o a un símbolo de feminismo grabado en camisetas o tatuajes.

Como lo expone Prasad, el feminismo burgués —también apropiado por el capitalismo especulador—, se adopta a Frida como símbolo del feminismo, pero la despoja de todo radicalismo político. La imagen y vida de Frida Kahlo desde esta perspectiva unilateral no nos remite indagar sus ideales marxistas o las ambivalencias de su vida conyugal y sexual con respecto a la liberación de la mujer. Frida sin duda vivió en tiempos cuando se beatificaba la imagen de la esposa-madre-hija, quien no dejaba de ser “casta” ante los ojos de una sociedad conservadora y acérrimamente católica; pero dada su relación con intelectuales y artistas, su visión de mundo culminó en la liberación sin miramientos de auto-corrección política. 

Frida de Guadalupe, acrílico sobre tela, de Lydia Beech

Irónicamente, el feminismo burgués también contribuye a la beatificación de Frida y esta visión y noción pasa a ser parte del fetichismo popular en forma de culto. Fenómeno psicológico, cristiano mórbido, de personas que sin advertirlo se identifican con el sufrimiento de Frida —descuartizada por el accidente y luego maltratada por Diego Rivera—, y la conciben como mártir cripto-cristiana, sepultada en vida y luego revivida en la imagen de virgen posmoderna. Pareciera que la imagen más vendida en México después de la Virgen de Guadalupe es la de Frida con sus vestidos tehuanes. En ocasiones se encuentran imágenes apócrifas propiamente de estilo religioso kitsch. Este tremendismo no es nada raro en la cultura popular mexicana y estadounidense (tanto en México como en Estados Unidos) donde el arte popular, la artesanía y el kitsch son de diario consumo.

La vida como la imagen de Frida han sido apropiadas por fuerzas aparentemente dedicadas a representarla dignamente. Pero el hecho es que la han vuelto un amuleto más en la iconografía de la cultura popular y un artículo de venta en las tiendas, los mercados y los tianguis. Impresionante también ha sido el otro fenómeno —extrínseco por excelencia— que la obra de una autodidacta sin pretensiones de realizar arte comprometido o arte punto, se estime y se venda más que la de Diego Rivera y que la de cualquier otra u otro artista mexicano o latinoamericano, por valiosa que sea la obra de estos últimos. Como bien lo sabemos, detrás de todo culto, de toda desbordada estimación de arte o personalidad, existe la maquinaria del consumismo dirigida por agentes anónimos y no tan anónimos. La principal entidad responsable por la imagen comercializada de Frida Kahlo hoy en día es Frida Kahlo Corporation, propietaria exclusiva de la marca, luego de que Isolda P. Kahlo, la sobrina de la artista, vendiera los derechos a dicha corporación en el 2005.

A mi modo de ver, el culto a Frida Kahlo nace de una soterrada necesidad espiritual y cultural en un mundo invadido por el neoliberalismo, el relativismo moral y la falta de convicciones de verdadera liberación: un mundo donde todo es invadido por el consumismo y donde cualquier intento de resistencia cae patéticamente en un simulacro de posturas. Pese a toda la información accesible en todos los medios, las masas siguen cediendo a las manipulaciones de mercado o a las consignas fáciles y superficiales. La voz de alerta de parte de los estudiosos de la vida de esta admirable y valiente mujer es que antes de consumirse como cualquier otra “personalidad” en boga, Frida Kahlo debe estudiarse como un ser humano de suma relevancia social, artística y política. La exposición Frida Kahlo: Sus fotos nos revela la vida de Magdalena Carmen Frida Kahlo y Calderón y de sus progenitores quienes contribuyeron mucho más que Diego Rivera en su formación que de hecho rebasa los encasillamientos. Es notable que, según apreciamos en las fotografías de familia, la madre de Frida viste atuendos tehuanes que habrían de convertirse en las prendas predilectas de la joven Frida. La mirada fija, tersa y profunda de Frida Kahlo en las pinturas y fotos, la vemos en algunas fotografías antiguas de su madre. Se ha llegado también a la conclusión que los autorretratos de Frida no se deben tanto a la influencia de Diego Rivera, sino a los autorretratos de su padre quien era fotógrafo de profesión y quien enseñó este arte a su hija. Las fotografías más íntimas, firmadas algunas y con leyendas reveladoras, cortadas y editadas otras, apreciamos gestos de plenitud vital, erotismo, afecto, entusiasmo. En una ocasión (en una entrevista creo) Frida mencionó cuánto tenía de su madre y lo bien que se llevaban, salvo que no concordaba con su fanatismo religioso. Lejos estaba Frida de pretender ser imagen de mujer beatificada o reducida a objeto de conmiseración o a emblema de algún tipo de individualismo enajenado. Vale mencionar que esta selección de fotografías cuenta con grandes fotógrafos entre cuales: Man Ray, Brassaï, Martin Munkacsi, Pierre Verger, George Hurrel, Tina Modotti, Edward Weston, Manuel y Lola Álvarez Bravo, Gisèle Freund y muchos otros. Como lo explicó Pablo Ortiz Manasterio, es probable que Frida tomara varias fotos de la colección, aunque no se puede comprobar más que en unas cuantas que firmó.

Frida Kahlo, Sus fotos (Frida Kahlo, Her Photos) estará en exhibición hasta el 7 de agosto del año en curso, en la galería principal del Museo Nacional de Arte Mexicano, ubicado en Pilsen en el 1852 W. 19th St. El museo abre de martes a domingo de 10 a.m. a 5 p.m. y los miércoles de las 10 a.m. hasta las 8 p.m. La admisión es gratuita. Para más información, visitar nationalmuseumofmexicanart.org

poeta y narrador. Autor de las novelas Guadalajara de noche (Tusquets, 2006) y La casa del cementerio (Tusquets, 2008). El pordiosero y el dios (MediaIsla, 2017) reúne una selección representativa de su narrativa breve. De su obra poética figuran: Tríptico: tres lustros de poesía (MediaIsla Editores, 2015) y Breviario (Estampa Ediciones, 2015), que forma parte de la Biblioteca Americana de la Galería Estampa de Madrid. Obtuvo el Premio Poemas de Abril 2018 otorgado por la Universidad DePaul y la Revista Contratiempo. Su obra ha sido presentada en revistas internacionales y en antologías, entre cuales: Parole grondanti: Antologia della nuova poesía centroamericana (2020), Escritorxs salvajes (2019) y Voces de América Latina I (2016). Actualmente colabora con las revistas Plenamar (de Rep. Dominicana), Contratiempo y El BeiSmAn (de Chicago).