Conversaciones y encuentros en Tres Américas (parte II)

Conversaciones y encuentros en Tres Américas (parte II)

 

—Segunda parte: Pequeños duendes y ángeles de la Revista—

 

El quinto número de la revista tres américas (Verano 1993), dedicado al Quinto Centenario en su mayor parte, tuvo en su portada —ya lo he dicho—, una pintura, óleo sobre tela, con la imagen de Rigoberta Menchú, hecha ex profeso para la revista. El pintor cubano había tenido la generosidad enorme de ofrecernos diseñar la portada. Lo hacía también por su admiración por la Nobel guatemalteca. En una conversación conmigo, dijo Casimiro González: “Viniendo de un país donde aún existe la represión política, la censura oficial, donde todavía un dictador determina la vida o la muerte de tanta gente, soy capaz de apreciar que el año pasado se le haya concedido el premio Nobel de la Paz a Rigoberta Menchú”. No cabe duda: los ángeles parecían rondar a nuestro pequeño dinosaurio. Cada número iba mejorando de a poquito.

En la misma edición, incluso, hizo su acto de presencia don Fernando del Paso. El que sería otro Cervantes (2016) engalanó las paginitas azules en la Conmemoración. Don Fernando apareció en forma por demás discreta, nunca ostentosa, como fue su vida. Nuestra sección Azul incluyó dos poemas pequeñitos (“El rojo” y “El amarillo”) que nos había regalado en una visita que hiciera yo como librero a la Feria del Libro (FIL) en Guadalajara. Ya he contado esa historia en alguna edición de la revista El BeiSMan. Sólo repetiré nuestro agradecimiento a las editoriales CIDCLI/ ERA y a don Fernando del Paso por tamaño gesto. Que algo tan marginal como una sección de niños en una revista literaria recibiera tal muestra de solidaridad fue un verdadero acto de bondad del autor y sus editores. Nuestro admirado y querido Don Fernando falleció en Guadalajara el 14 de noviembre de 2018. Tenía 83 años.

También algunos duendecillos se colaron en tres américas. Los traviesos León Leiva Gallardo, Febronio Zatarain y Raúl Dorantes, miembros del equipo de Fe de erratas —una nueva revista— aportaron poemas y relatos. Ricardo Armijo, miembro del grupo, los describe así en su ensayo de Pie de Página: “Fe de erratas arranca tosigosa y vital en mayo de 1992. Es más pequeña [que tres américas] y consta de 32 páginas diseñadas rudimentariamente e ilustradas con arte que está en desproporción con los textos. Este [primer] número intenta ser lúdico: la paginación está hecha con letras y no números, el nombre de algunos escritores al revés, los textos son los más atrevidos y experimentales que salen del joven taller. [...] En la solapa trasera [...] hay una nota jocosa y light, pero que ilustra la filosofía que la revista seguirá en el futuro [...] casi desde el principio será tildada de snob [en su nota octava agregó: así como de elitista, machista y amiguista] lo que a la larga provocó su desintegración final, después de 12 turbulentos números trimestrales, en otoño de 1995”. Esa revista fue creciendo —nos dice Armijo— “gracias a las repetidas solicitudes para fondos que el consejo editorial hace a organizaciones de apoyo a las artes y las humanidades, y, en menor parte, por anuncios publicitarios y magras ganancias de eventos literarios organizados en torno a la revista”. Fe de erratas, entonces, tuvo una vida breve y una dinámica muy distinta a tres américas.

Sin embargo, los tres ferratistas compañeros de ruta lograron generar algún interés en sus creaciones con el público de la ciudad: Leiva publicó en Tusquets un par de novelas, además de colaborar en poemarios y antologías de relatos; Dorantes ha hecho narrativa y teatro; y el poeta Febronio cultiva el aforismo y es dado a aparecer en público en “performances” que parecen gustar a los aficionados a este tipo de eventos. En aquella época (1993), lo “lúdico” parece haber ocupado gran parte de sus vidas. Ricardo Armijo, quien fuera parte medular del grupo y conoció sus entretelones, nos cuenta: “[Fe de erratas] comienza a ver al inmigrante local y sus costumbres como objeto de estudio, y se escriben los primeros textos criticando a los medios masivos de comunicación [...] Varios de los elementos clave se mudan al sur de la ciudad a respirar la realidad de sus compatriotas, y a escribir sobre ella”. La muerte de Fe de erratas no fue para nada tranquila, como la de tres américas —nos dice: “La revista muere tras una corta pero amarga agonía, producto de guerras intestinas. El grupo se escinde, pero para ninguna de las partes el entorno será el mismo”. Quizás la parte más rescatable —en la pobre opinión de este lector— fue su “Colofón”, inaugurado en su sexta edición. Allí aparece un crítico de cine y ensayista notable disfrazado con el seudónimo de “Omar Plaza”, que luego publicará Malabarismos del tedio (2013) con su nombre: Marco Antonio Escalante. Malabarismos es un libro tan hermoso que, por sí solo, justificaría la existencia de nuestras pequeñas revistas.

Escribió Daniel Parra, su esforzado editor de 7Vientos, al presentar Malabarismos: “Escalante traza el dibujo de su ser-escritor indicando cómo la literatura y su expresión material —los libros— representan la convicción existencial que define su manera de vivir a la par de otras cualidades (la humildad, la pasión, la intuición y la honestidad) y unos presuntos defectos (la indolencia, la ociosidad y un mal físico que a su juicio, es don y talento). Anuncia casi con desesperación cómo quisiera escribir, y escribir solamente, aunque no haya nada que decir y ello se convierta en simple latido: ¿Por qué no vacacionar al espíritu y hacer que este cuerpo fatigado, sediento de vida y movimiento, exprese como pueda sus latidos? Confiesa el poder de la página y la mano que le escribe como escenarios desconocidos que si bien le inquietan, jamás son tormento: Después de todo, ¿qué es esta página? ¿De qué región proviene? La indiferencia solo conoce el papel en blanco. Tal vez esta página ya fue escrita, tal vez solamente la estoy recordando. Acaso incluso el movimiento de mis manos siga una línea trazada siglos atrás y es por eso que se realiza como si en su ejecución no interviniera yo o mi conciencia. Tal vez la libertad de mi mano sea una ilusión más; tal vez su esclavitud, una evocación menos”. Háganse ustedes mismos un favor: léanlo. Aunque las librerías en español ya no existen, les queda Amazon.

En la edición del 19 al 25 de octubre de 1995 del semanario ¡Éxito! de Chicago, el suplemento cultural A Gozar traía en su portada una bella foto a color de Rosario Ferré. Informaba a sus lectores: “Hija de una de las familias más prominentes de Puerto Rico, feminista y partidaria del movimiento independentista, Rosario Ferré se ha propuesto conquistar el mercado literario mundial y abrir las puertas a otros compatriotas con la reciente publicación de su primera novela en inglés, titulada The House on the Lagoon, obra que se ha ganado los elogios de la crítica. Tuvimos la oportunidad de entrevistar a esta multifacética escritora puertorriqueña durante su reciente visita a Chicago”. La entrevistadora —para esa ocasión— fue nuestra Susana Cavallo. Vale reproducir una —cuando menos— de sus ocho preguntas a Ferré:

Susana Cavallo: Las mujeres en tu obra suelen sufrir muchísimo, pero siempre salen victoriosas. Tal vez mueren, se suicidan, lo pierden todo, pero siempre consiguen vengarse. ¿Por qué?

Rosario Ferré: Yo creo que si el espíritu se mantiene incólume, no importa morir. Esa es la verdad. A Juana de Arco la quemaron en la pira, pero murió más viva que todos sus asesinos. Y lo mismo Julia de Burgos. Para mí, desde el punto de vista del martirio, es la muerte de una persona que muere con el espíritu inquebrantado y es llevada a la muerte porque la sociedad no quiere aceptar que esa persona con ese espíritu inquebrantable se enfrente a la sociedad. Mis mujeres a veces son débiles; otras veces son fuertes, pero incluso cuando son débiles como Rebeca en The House on the Lagoon, también tienen sus aspectos positivos. Rebeca luchó a su manera y mantuvo su espíritu en alto. Esto es importante, porque no quiero escribir de manera negativa. Yo creo, como Cervantes, que la literatura debe deleitar y enseñar.

Poco antes, en el sexto número de tres américas (Verano 1994) la misma Susana había escrito: “Exceptuando el teatro, no hay género que no haya experimentado Ferré. Más importante, desde la publicación de su primera colección de cuentos, Papeles de Pandora (1976), su obra ha atraído a la crítica y al público en general. La edición inglesa de su novela, Maldito amor (Sweet Diamond Dust, 1989), se agotó en menos de un año, y la versión alemana de la misma obtuvo el premio “Liberatur Prix” en la Feria del Libro de Frankfurt en 1992. La prodigiosa versatilidad de Ferré como creadora literaria se ha extendido a otros campos. Fundó en 1970 la revista literaria experimental Zona de carga y descarga (Puerto Rico); recibió su doctorado en 1987 de la Universidad de Maryland, y desde entonces ha publicado cinco libros de crítica literaria, entre ellos, El coloquio de las perras y El árbol y sus sombras. Profunda conocedora de la literatura europea, anglo-americana y latinoamericana, Ferré ha descollado siempre en la traducción. Y desde esa vertiente nos ha entregado dos poemas suyos de Las dos Venecias, “Invernazo”, y “Tropical Storm”, una versión nada literal del texto español traducida por la poeta misma”.

 

 

En efecto: en ese verano de 1994 el único huracán puertorriqueño del que tuvimos noticia fue Rosario Ferré. Más tarde, cuando pasó por Chicago en 1995 y tuvo su charla con Susana, visitó la librería Tres Américas en la calle Pulaski. Carlos Cabrera y yo no cabíamos de gusto. Apenas podíamos dar crédito a lo que estaba ocurriendo: las 70 sillitas de nuestro escenario improvisado fue más que insuficiente para recibir a la multitud que acudió a nuestro llamado de última hora: no hubo tiempo siquiera de imprimir afiches como hacíamos siempre para nuestros “eventos”. Algunas gentes estuvieron de pie haciendo preguntas directas a la autora de The House on the Lagoon. Recuerdo una en particular: una mujer con acento caribeño cuestionó a Ferré del porqué del uso del inglés en la hechura de su novela, si ella había sido —en una época al menos— reconocida independentista. El silencio que siguió fue notable. La respuesta de Ferré —que cito de memoria pues no hubo grabación— fue más o menos así: “Es triste y lamentable pero habrá que decirlo: mucha de la gente que quiero que me lea —sobre todo aquellos de origen puertorriqueño— ya no leen siquiera en español. Pertenecen a otra generación. Viven aquí en Chicago, o en Nueva York o en otras ciudades y su lenguaje —al menos en lecturas— es el inglés. Para ellos mayormente va dirigido mi libro”. Aquella fue la tarde de nuestro último evento literario en la librería Tres Américas. Un final feliz, digno.

La inclusón en tres américas de su poema “Invernazo” mirándose al espejo y transformándose en su “Tropical Storm” fue soberbia. Susana explicaba el milagro de esta manera: “En su ensayo, “Ofelia a la deriva en las aguas de la memoria” (El coloquio de las perras), Ferré nos explica su teoría de la traducción, partiendo de una meditación sobre la naturaleza de la escritura: ‘Toda escritura es, de cierta manera, una traducción; un esfuerzo por interpretar el significado de la vida’. En efecto, la raíz de ‘traducción’ o ‘traslación’ es el latín translatus (transportado, trasladado), porque el artista literario transporta o traslada por medio de la pluma una experiencia vital o intuición personal a la escritura. Pero a diferencia de las palabras de que se sirve el hombre ordinariamente, la palabra poética no busca únicamente comunicar un mensaje, sino expresar una realidad intangible a través del texto; pero accesible hasta cierto punto porque éste no es más que una traducción o traslación más o menos fiel de una intuición vital que puede resistirse a ser cantada en palabras”. Y Susana concluía con estas palabras:

“Por eso el poeta echa mano al lenguaje, aprovechándose de lo que éste tiene de elusivo y ambiguo, para manejar las palabras de manera que susciten en el alma del lector diversas connotaciones, respuestas y múltiples matices de sentido. Finalmente, y esto hay que tener en cuenta al leer los dos poemas [en tres américas], toda traducción implica, según Ferré, una interpretación cultural, o para acudir a su propia fórmula, una ‘reconciliación de dos mundos antagónicos’. ¿Quién mejor que Ferré misma, perpetua buceadora entre dos aguas, para guiarnos por esos dos ríos que constituyen la cultura puertorriqueña y la anglosajona”.

En ese número se publicaron cuatro ensayos sobre Ferré, examinando su poesía, su prosa, su visión crítica del mundo y la mujer, y hasta su desempeño como profesora invitada cuando impartió un curso de literatura caribeña en Rutgers University. Joan Torres-Pou, quien asistió a su clase como oyente, recuerda: “Fue una experiencia cultural única.[...] Ferré terminó su curso con el análisis de sus textos y nos dejó a todos con el sabor de una tertulia inacabada, pero convencidos del valor de nuestra labor como críticos y estudiosos de la literatura”. Ana María Alvarado contribuyó con un estudio de su narrativa; Jeanmarie Jacobs hizo un examen minucioso del cuento “Cuando las mujeres quieren a los hombres” y su vínculo profundo con el pensamiento feminista; y Susana entregó su espléndido “Palimpsesto erótico: Ferré lee a Octavio Paz”. La escritora nacida en Ponce en 1938, autora de bellísimos cuentos infantiles como “El medio pollito”, dejó honda huella en las dos Tres Américas: la librería y la revista.

Un día de otoño de 1996 apareció en el horizonte chicaguense el número 7 de tres américas. Desbordante de optimismo, su anónimo editorialista escribió: “Desde el principio, los que hacemos la revista habíamos querido dedicar un número a la literatura chicana. Conscientes de los factores que nos unen (lenguaje, patrones culturales, etc.) y de los problemas reales que todos los grupos minoritarios enfrentamos (marginación económica, política y social) era lógico que un día publicáramos una edición dedicada a este tema tan emparentado con la causa nuestra, que es —siempre lo hemos dicho— establecer puentes culturales”. Añadía:

“Para esto, contamos hoy con la participación de un distinguido grupo de estudiosos que analizan, en varios ensayos, algunos aspectos del arte, la poesía y la narrativa chicana contemporánea. También, en esta ocasión, colaboran con nosotros dos reconocidos autores chicanos: Luis Rodríguez (autor de Always Running) y Carlos Cumpián (autor de Coyote Sun). Los dos —que residen actualmente en Chicago— pueden atestiguar las grandes dificultades que enfrenta el latino para publicar sus trabajos. Los dos tuvieron que crear, en sus inicios, su propia editorial (Rodríguez fundó la Tía Chucha Press, y Cumpián la March/ Abrazo Press).

Proseguía el optimista irredento: “El ensayo de John Barry incluido en este número, que explora la labor de los escritores latinos de Chicago, bien puede servir de plataforma para abordar esas otras literaturas: las que nos llegan provenientes del sur, desde esa cicatriz llamada Río Bravo hasta la Patagonia remota; tres américas persiste así en su cometido original: abrirse a otras manifestaciones culturales, buscando unificar causas y criterios; indagar el sentido de la vida a través de las artes y las letras”. El incauto editorialista no podía saberlo, claro: el dinosaurio estaba herido de muerte. Era el último número de tres américas.

El Siete exhibió en su portada un trabajo de Alejandro Romero. El pintor y muralista nacido en Tabasco en 1948 vivía en Chicago desde 1975. Yo lo había conocido en mis años de librería Europa y nos veíamos casi a diario. Mi amigo boliviano Henry Zabala iba conmigo a visitarlo en su estudio de Humboldt Park. Gran camarada, Alejandro diseñó para la Europa un bello póster con los retratos caricaturizados de los grandes escritores latinoamericanos. Después, cuando me fui a la Tres Américas, Alejandro diseñó, sin cobrarnos nada, un póster más pequeño para anunciar la visita de Elena Poniatowska a la librería. Aquel dibujo de Elena con su Querido Diego... aparece en la portada del mini-libro que regalamos al público en el aniversario de la librería. El póster fue impreso en los talleres de Henry Zabala. Sin costo alguno. Mis amigos.

El Encuentro, tituló Alejandro a su pintura que nos permitió reproducir para tres américas 7. Muy apropiado además: estábamos despidiéndonos de los Centenarios y dábamos nuestro reconocimiento formal a la realidad inmediata: éramos todos de alguna manera exiliados de nuestros países y nuestras vidas como latinos en Estados Unidos estaba más que hecha. El inglés era ya un segundo y querido idioma. Ricardo Armijo habla en su Pie de Página de cómo tres américas siempre parecía estar viendo al mundo desde el sur. Es cierto: los seis números están bañados de nostalgia. El Encuentro fue una manera de reconocernos, como dice Armijo, escribiendo “en una ciudad llamada Chicago, en un país llamado Estados Unidos de América”.

El Siete abrió con el ensayo extenso, extraordinario, del profesor español Joan Torres-Pou sobre los orígenes de la literatura chicana: Narrative on the Borderlands: Aspects of Latin American Literature in the United States. Así, en inglés. Por primera vez tres américas daba carta blanca al otro idioma. Antes había sido sólo algún poema con su traducción al español. Siguió otro, también en inglés, de Susana Cavallo, Fowl of Rare Plumage: The poetry of Pat Mora, donde Susana examina el amor y la vida de la mujer chicana en un entorno bicultural vistos desde la perspectiva de una poeta. El profesor Enrique García nos entregó su histórico From Aztlán to Borderland: History and Myth in Mexican-American Poetry, un amenísimo recorrido del canto popular desde aquella milenaria caminata de los peregrinos de Aztlán hasta su destino final en el corazón de México. Se recuerda a Alurista con su I am Joaquín y a Luis Leal con su In Search of Aztlán, con sus símbolos y conceptos emblemáticos como la Virgen de Guadalupe, The Black Eagle de los trabajadores agrícolas y La Huelga (así, en español). Maltraduzco al español astillas, fragmentos de nuestros distinguidos críticos:

Joan Torres-Pou: Podemos rastrear la huella de la literatura entre fronteras (Borderland) por los relatos de los primeros encuentros españoles con el sudoeste norteamericano —sobre todo La historia de la Nueva México (1610) de Gaspar Pérez de Villagrá, y muchos escritos publicados en México y España, incluyendo Noticias históricas y estadísticas de la antigua provincia del Nuevo-México (1849), de José Agustín Escudero. Sin embargo, no podemos hablar, como es debido, de una producción literaria entre fronteras sin referirnos al Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), cuando los mexicanos de esa zona comenzaron a sentir la presión, la sensación de ser ya no dueños del país, sino inquilinos de su propia casa; una terrible condición de país ocupado.

Susana Cavallo: [Examinando los Chants de Pat Mora y centrándose en el poema “Aztec Princess”] aún más, Mora no sólo muestra el drama de la inequidad de género causado por la tradición del patriarcado y la tiranía familiar; también exhibe el lado más oscuro de la relación hombre-mujer que representa. Los poemas sobre temas tabúes como el adulterio, la violación, los golpes dados a su pareja por el macho, nos dan una idea del verdadero escenario —para nada risueño— que ocupan las mujeres protagonistas de Los Cantos. Sin embargo, lo que de veras sorprende de este libro es el total abandono, la naturalidad con que expresan sus deseos, su sexualidad, todas las voces femeninas. Eso, a pesar de la carga que conlleva una educación, una formación en un ambiente represivo. El deseo se manifiesta de múltiples maneras en la poesía.

Enrique García: Para los chicanos, según [Luis] Leal, Aztlán [símbolo del activismo político] tiene una definición que va más allá de lo geográfico, es algo muy espiritual. La Nación Chicana es esa zona conocida mayormente como el Sudoeste de Estados Unidos, ese territorio que antes fuera México y que pasara a ser USA en 1848.[...] La más importante faceta del Aztlán que nos da Alurista [el poeta Alberto Urista] es de crear vínculos entre la “Raza de bronce” y los Anglos; no de implantar una teoría, una idea de cierta superioridad del chicano ante el anglo. Lo que a Alurista le importa es establecer un sentido de equidad, algo que Bruce-Novoa ha llamado un estado, un sentimiento de “humanidad como una forma de tolerancia”, y tendrá el efecto de hacernos sentir más confianza en lo que somos y volvernos una “praxis humana sin egoísmo”.

Pablo Helguera, un colega mío de ¡Éxito! contribuyó con un muy buen artículo en español: La figuración del dislocamiento: otra visión del arte mexicoamericano. Pablo, verdadero artista él mismo (cine y fotografía), nos da una panorámica de lo que es crear, producir arte en un país que no siempre da la bienvenida al trasterrado: el turco en Alemania, el marroquí en España, el afroamericano en Francia... y el latinoamericano en USA. Pero lo hace con una fuerte crítica a los estereotipos y discursos demagógicos con que algunos organizaciones políticas y centros culturales —incluyendo a los propios artistas— se aprovechan de las nostalgias del migrante:

“Cuando llegué a Chicago en 1989, me entusiasmó mucho el interés que existía por el muralismo y por las tradiciones del Día de los Muertos. Sin embargo, al ver estas exposiciones y conocer a los grupos de artistas mexicanos que los producían, no me produjo entusiasmo, sino más bien zozobra y nostalgia por algo no vivido. Inmediatamente advertí que, a pesar de que a primera vista parecíamos tener puntos en común, estábamos hablando de cosas totalmente distintas. Yo había crecido en un típico medio cultural de la ciudad de México, donde la identidad nacional era un vaso comunicante entre los artistas, pero no podía ser el único, ni tampoco el que definiera por completo a un artista. En parte por repudio al ultranacionalismo de nopales y pirámides, que incluso hoy día es parte de la estética del partido oficial [el PRI], la utilización exclusiva de la iconografía autóctona es vista como un lugar común y el artista es considerado mediocre”. En su larga y minuciosa polémica, agregaba Pablo Helguera:

“La tradición del Día de Muertos [...] primero se ha convertido en una tradición mitificada, luego se ha explotado con fines comerciales, tanto por los artistas mismos como por las instituciones culturales. He de confesar que la celebración del Día de Muertos ha pasado de ser una tradición a un motivo de indignación. [...] Más que una forma de ver a la muerte, el Día de muertos se ha convertido en una forma de vida para varios artistas de barrio. Basta con repetir hasta el cansancio los mismos estereotipos culturales del esqueleto, la calavera catrina, y repetirlos en variaciones ad nauseam. Con el nombre de arte contemporáneo, se vende artesanía conceptual que poco o nada tiene que ver con los verdaderos rituales de los pueblos indígenas o con sus muertos. El Día de Muertos es más que nada, para los artistas, un pretexto para promoverse e impresionar al público norteamericano y a sus fundaciones”. Hay mucho más en el texto del buen Helguera. Ricardo Armijo decía que tres américas no era “controversial”. ¿De veras?

 

 

Alejandro Escalona era —en ese entonces— jefe de redacción del semanario ¡Éxito! de Chicago. Como yo tenía una columna de libros (reseñas, pequeñas notas y entrevistas) era mi superior inmediato. A él entregaba yo mis escritos en floppy discs cada semana. Alejandro y Alfredo Lanier, el director, fueron siempre amabilísimos conmigo. Periodistas íntegros ambos, jamás violentaron mis textos por algún comentario mío ya fuera político, religioso o de cualquier naturaleza. En ¡Éxito! había ética y profesionalismo, aunque algunos literatos parecían no creerlo. Como reportero del semanario, Alejandro llegó a hacer buenas entrevistas; la más memorable fue su encuentro —o encontronazo— con Fidel Castro en La Habana, publicada en español en el semanario y traducida para el Chicago Tribune el 7 de noviembre de 1999.

Alejandro Escalona era —es— poeta y ensayista de la Historia más que bueno. Su estudio del manuscrito Primera crónica del buen gobierno, de Felipe Guaman Poma de Ayala (Waman Puma) descubierto en Perú en 1908 y publicado por vez primera en 1973, es muy notable. Fue el último ensayo (cinco páginas con cinco grabados y sus leyendas en el español antiguo) que apareció en tres américas. Aun hoy me sorprende la calidad alcanzada por nuestra revista. Sin falsa modestia, varios de los trabajos de mis compañeros estaban ya a la par de lo que se publicaba en España o en las metrópolis latinoamericanas. El texto que nos dio Alejandro (para amarrar el V Centenario) fue su Peor que un mestizo: Las castas en la crónica de Felipe Guaman Poma de Ayala. Para los aficionados a la Historia reproduzco un fragmento, dos párrafos:

“En uno de los extraordinarios dibujos que ilustran [su libro] Waman Puma aparece de rodillas ataviado a la usanza española de la época, con jubón, capa, mallas y abarcas, presentando el manuscrito de su monumental crónica al rey Felipe III. A pesar de que el encuentro ocurrió solamente en la imaginación del cronista indígena, no es sorprendente que Poma de Ayala se dibujara a sí mismo como súbdito de la corona. Por el contrario, la ilustración es consecuente con su visión de la conquista y colonización españolas así como con la posición de la monarquía respecto a los territorios conquistados: los habitantes del Nuevo Mundo eran considerados, al menos jurídicamente, súbditos reales.[...] Uno de los males que más preocupan a Poma de Ayala es el mestizaje [...] las graves consecuencias para la población indígena del reino del Perú. Exige al monarca español que haga respetar las ordenanzas del corregidor Francisco de Toledo que prohíben el acceso de españoles, criollos, mestizos y negros a las comunidades indígenas para evitar así que rresultase daños y males entre los yndios...”  El extenso y muy ameno ensayo de Escalona concluye con esta escena:

“Se muestra a varios habitantes del reino del Perú lujosamente ataviados y sentados a una mesa disfrutando de una comilona. Poma de Ayala dibuja a un indígena que está sirviendo la mesa desproporcionadamente pequeño con respecto a los comensales para evidenciar su papel de sirviente. La leyenda de la ilustración —que como todas las demás escribió Poma de Ayala de su puño y letra— señala que el corregidor acostumbraba a invitar a su mesa a gente vaja para honrarlos. Uno de los convidados es un indio tributario que en el brazo tiene escrito lo siguiente: Apo, muy sino, noca ciruiscayqui (‘Señor, muy señor, yo te voy a servir’, según la traducción de Jorge L. Urioste) [...] Esta ilustración evidencia el mundo al revés al que se refiere una y otra vez Poma de Ayala. A unas décadas de haberse consumado la conquista del Perú, los españoles y las diversas castas se han unido en contra del indígena, quien quedó en el último peldaño de la escalera social, del que no se ha permitido ascender en cinco siglos.”

El penúltimo ensayo publicado en tres américas fue el de John Barry: La periferia en el centro: La marginación de los escritores latinos de Chicago. Aunque estará en la memoria de algunos críticos y literatos (fue recuperado en uno de sus libros) y sus lectores, visitémoslo de nuevo:

“La ciudad de Chicago está situada en el corazón del país, no sólo con respecto a la geografía, sino también en cuanto al comercio, el transporte y la comunicación. Además, está en el centro respecto a los valores éticos y las normas sociales de la nación: no somos una región de estilos o de conducta extremos, sino del justo medio. Pero a pesar de nuestra posición central en todos estos aspectos, Chicago está marginada culturalmente, desplazada a la periferia por otras regiones de la patria. [...] y actualmente se está pasando por alto otro grupo de artistas radicados en la Ciudad de los Vientos. Son nuestros autores que escriben en español, algunos ya muy maduros en su arte y en la plenitud de su expresión literaria, y otros que recién han empezado a tomar la pluma y de quienes podemos anticipar grandes cosas”.

 

 

Y así se despide nuestro querido John: “Otra muestra del vigor y de la promesa de nuestra comunidad de escritores y escritoras es precisamente la riqueza temática de sus textos narrativos, sus poemas y sus ensayos. Pero si estamos abiertos críticamente a todas estas posibilidades lingüísticas y temáticas, ¿no corremos el riesgo de perder todo criterio artístico y mezclar lo bueno con lo malo? ¿Estamos mistificando textos simple y sencillamente porque pertenecen en algún sentido a un movimiento? Creo que no. Afirmar que cada texto plantea su propio lenguaje y sus propios temas y que tiene pleno derecho de hacerlo no significa que renunciemos nuestro discernimiento estético. El hecho es que hay un grupo de escritores muy buenos radicados en Chicago que escriben en español. Ya es hora de reconocerlos internacionalmente, y luego dejar que la crítica y el mercado de libros hagan su trabajo de elegir entre los textos”.

Historias de poetas, de piratas y corsarios... Que es mi barco mi tesoro/ Que es mi Dios la libertad ... ¿Espronceda?... Sí, pero en ese número de tres américas, El Siete, viene del brazo de compinches como Liliana Cardona Zea, Henry Russell, Isidro Reyes, Luis Rodríguez, Carlos Cumpián, y el más travieso de los duendes: León Leiva Gallardo. Y Colón canta su “Errante”:

 

Mar de tinieblas, ronda el felino/ Inmenso manto, la noche oscura/ Tiñendo el paso que da al camino/ Se hace más negro lo que es negrura.

Busco la luz como el errante/ Que en cada esquina prende una tea/ Pero es tan breve, sólo un instante/ Que sigo errante, ¡malaya sea!

 

Navegan rumbo al Cabo de la Esperanza. Desde una bella Zona de Carga y Descarga, en algún lugar huracanado del Atlántico, les llega una carta. A un domicilio de una librería ya olvidada. Va dirigida a uno de esos viejos dinosaurios que parecen haberse extraviado en el tiempo:

 

Estimado Humberto:

Quiero decirte lo mucho que me gustó el número seis de tres américas que me dedicaron hace ya un año. Los artículos fueron de primera clase, y la revista toda estaba hecha con amor. Y sobre todo, me impresionó la dedicación de un grupo de colaboradores que hacen esto por amor a la literatura exclusivamente; sin apoyos universitarios económicos de ninguna clase (¿¡cómo pueden!?).

También me impresionó la sección infantil, con sus bellísimas “Nanas enanas”, de la uruguaya Aída E. Marcuse, los poemas de la mexicana Olivia Maciel, y los de Adolfo Colón-compatriota. Son todos excelentes. La reseña de Tinísima es de lo mejor que he leído sobre ese libro, que me pareció, como a ti, acertado históricamente por aparecer justo en el momento del derrumbe socialista. Tus señalamientos son lúcidos e inteligentes, y a Elena le debe haber encantado. Este libro está siendo traducido al inglés y sería muy bueno si tradujeras la reseña y la publicaras cuando salga la versión en los Estados Unidos. Es un resumen muy útil de los planteamientos principales, además de situar los sucesos —estoy segura que lo publicarían en un diario importante y le sería de gran ayuda a Elena.

En fin, la revista tres américas hace honor a su nombre, pues incluye obras hermosas de Norte, Sur y Centro América. La solidaridad en la búsqueda de la utopía de la cual habla Elena en su libro persiste en ella, no importa que se le intente desprestigiar en el mundo materialista en que vivimos hoy.

Nuevamente, muchas gracias por dedicarme el número 6 de tres américas, gesto inmerecido, pero que me llena de satisfacción. Un abrazo de

Rosario

 

 

 

Conversaciones y encuentros en Tres Américas” (parte I)

Primera parte: Pequeñas historias de la revista Tres Américas

 

Conversaciones y encuentros en Tres Américas” (parte 2)

Segunda parte: Pequeños duendes y ángeles de la Revista

 

Conversaciones y encuentros en Tres Américas” (parte III)

Tercera parte: entrevistas en la revista tres américas (parte i)

Tercera parte: entrevistas en la revista tres américas (parte ii)

Tercera parte: entrevistas en la revista tres américas (parte iii)