‘Antifaces’ de Jennifer Thorndike: entre lo cotidiano y lo mórbido

‘Antifaces’ de Jennifer Thorndike: entre lo cotidiano y lo mórbido

Antifaces de Jennifer Thorndike

SEd, Miami, 2020 134 páginas, ISBN-13: 978-1735039947

 

Hay un cuento de Jennifer Thorndike que me perturba cada vez que lo leo. Me sigue y me persigue. Se llama “La cara sobre la almohada”. Es un relato que se ha acomodado en mi memoria al lado de El inmoralista, de André Gide y El Tiro de gracia, de Margarite Yourcenar. Mientras las dos noveletas tocan la moral de fin de una época, el cuento de Thorndike ilustra con parquedad incisiva el ocaso de una sociedad cuyos cimientos morales ya no se sostienen y donde pareciera que “ya no hay nada qué hacer”. Pero “La cara sobre la almohada” no es un cuento nihilista ni moralista, simplemente narra la causa del suicidio de Mateo. Ante la muerte se desdoblan los mundos de los otros dos personajes: Lucas, su medio hermano, y el padre. Más cercana al realismo oscuro que al realismo mágico, Thorndike no esconde nada ni dulcifica la narración con exceso de adjetivos o descripciones barrocas; más bien, nos aproxima crudamente a la condición humana de nuestro entorno. En tan solo una decena de páginas nos asomamos al mundo de la esperanza y el agobio, el placer y la culpa, el incesto y la muerte. En esta narrativa no hay redención y la trinidad en donde ocurre el abuso es disfuncional: la víctima muere, el victimario se vuelve víctima de su remordimiento y el salvador ya se ha hundido con sus pensamientos. “La cara sobre la almohada” es una pequeña obra maestra, concisa y perturbadora, y forma parte de la colección de cuentos Antifaces, publicada por SEd en 2020. 

Thorndike nace en Lima, Perú, en 1983. Comienza a escribir desde los 14 años; se acerca al corazón cultural de Latinoamérica; primero, a través de la lectura y el cine; y después, recorriendo el continente. Antes de partir a estudiar el doctorado a Filadelfia, publica su primera colección de cuentos: Cromosoma Z (2007) y un año después de haber llegado a Estados Unidos, publica su primera novela, Ella (2012). En 2015 publica su segunda recopilación de cuentos, Antifaces, y un año después, la novela Esa muerte existe. En ese mismo año, 2016, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara considera a Thorndike entre los veinte escritores latinoamericanos más destacados y el periódico El País la nombra “una de las promesas de las letras latinoamericanas”. En lo meses más sórdidos de la pandemia, durante 2020, el periódico español subraya la “cruda narrativa” de Thorndike y la incluye como parte del “nuevo gótico latinoamericano” al lado de María Fernanda Ampuero, Fernanda Melchor, Mónica Ojeda y Mariana Enríquez, entre otras escritoras notables. Ahora bien, para la segunda versión de Antifaces (2020), Thorndike agregó cuentos nuevos y revisó los que ya había publicado. 

“La cara sobre la almohada” es el cuento que cierra la compilación de relatos de Antifaces, pero es la puerta que nos incita a sumergirnos sin mengua en el mundo escritural de Jennifer Thorndike. Su obra está construida a partir de situaciones cotidianas, inclusive, podría afirmar que algunas banales; no obstante, detrás de cada intriga apreciamos el oficio de la escritora; afortunada comunión entre la sobriedad de estilo y la reacción moral de los personajes para resolver el nudo narrativo. Al emigrar a Filadelfia, la autora entra en contacto con la otredad estadounidense y ese mundo se vuelve la materia prima de sus cuentos: “Sobrevivientes” y “Desierto” son dos ejemplos claros de la vida en las universidades estadounidenses donde coinciden personajes de distintos mundos sobreviviendo entre la zozobra, la obsesión, el miedo al fracaso y la humillación. A su manera y en su contexto, cada personaje persigue hasta la saciedad y el vacío la construcción quimérica del éxito que promete un título universitario. ¿Cuántas veces hay que cambiar de antifaz para vislumbrar el sueño americano? A través de la escritura, Thorndike nos induce a vivir la congoja y la ilusión de sus personajes e incluso podríamos concluir con ellos que el fin de la universidad no es formar humanistas, sino engendrar monstruos: carne fresca para el suicidio. La sed de éxito de los estudiantes y su temor al fracaso los vuelve dependientes del prodigioso xanax. El viaje del héroe contemporáneo a la manera de Joseph Campbell, ha cambiado lo inhóspito del lugar desconocido por el campus universitario.

Si algo me queda claro del manejo literario de Thorndike es que no es suficiente que los personajes cambien de máscara una y otra vez, sino que los lectores igualmente nos descubramos colocándonos diversas máscaras mientras leemos cada confabulación. De ahí que la narrativa de Thorndike toca mi geografía, mi tiempo, mi cuerpo y me descubro inmersa en la alineación cultural cantando a los Beatles, tratando de ligar labios ajenos en el antro, trasvistiéndome para alcanzar la notoriedad de escritora LGBTQ+; en otras palabras, al igual que los personajes me encuentro usurpando y apropiando otredades para agenciarme el puto éxito. Estos rasgos precarios y salvajes se reflejan tanto en el comportamiento ético y moral de los personajes como de los lectores. En todo caso, Thorndike tiene la destreza para fabular un recuerdo donde en apariencia no sucede nada hasta que un padre traiciona el deseo y la palabra de su hija en el cuento “NY Doesn’t Love You”. ¿Acaso esa historia nos remite a la evolución de alguna de las sombras que cargamos los lectores? ¿Quizá será el lado oculto de nuestra psique o nuestra enfermedad para relacionarnos, tal como sucede en “Día de salida”?: “Conseguía receta tras receta de ansiolíticos, antidepresivos y pastillas para problemas neurológicos, todo para convencerme de que estaba enferma y que no podía valerse por sí misma … Pero no pienso salir del cuarto. Abrazarla me produciría repugnancia, odio” (79).

Thorndike opta por la primera persona para narrar los cuentos reunidos en Antifaces. Nos acerca al alma femenina desde el oficio de urdidora de historias bien armadas, desarrolla sus personajes como seres sintientes y no meros estereotipos. Asimismo, se aventura a explorar el espíritu patriarcal y lo consigue asertivamente. Basta acercarse a los personajes de “La cara sobre la almohada” o al superior de “La muerte tenía nuestros dedos” y con dos o tres brochazos minimalistas traza el perfil ético de la autoridad patriarcal y sus comportamientos déspotas. En “La muerte tenía nuestros dedos”, el superior ordena esterilizar a las mujeres de una comunidad vulnerable para que no se reproduzcan ni surtan el planeta de más pobres. Las enfermeras y doctores obedecen. Arrebatan el consentimiento a cambio de “una bolsa de arroz grande, seis tarros de leche, menestras, azúcar, latas de conservas de la marca más barata” (59). La esencia de una mujer se reduce al cumplimiento de una cuota que debe consumar al cercenar la vida de otra mujer que ya no importa. La basura moral del pasado continúa muy presente en la ficción de Thorndike, pero también en la vida del lector; de ahí la contundencia de la obra. 

Antifaces está conformado por ocho cuentos provocadores, irreverentes, lacerantes, mas necesarios. Jennifer Thorndike no titubea para engancharse con temas escabrosos, políticos o triviales. La suya es una obra literaria comprometida con la vida, la escritura y aquello que perturba y aguijonea tanto a los lectores mojigatos como a los impúdicos.