2020: aciertos y omisiones en ‘Rompan todo’

2020: aciertos y omisiones en ‘Rompan todo’

 

¿Seremos capaces de bailar por nuestra cuenta?
~Café Tacuba, “El fin de la infancia”

 

Rompan Todo: La historia del rock en América Latina ha provocado un hervor de reacciones tanto de empatía como de desacuerdo por sus contradicciones inminentes. Los hilos con el hashtag #RompanTodo han sido tendencia en las redes sociales en países como México, Colombia y Argentina donde debaten los artistas, las audiencias consumidoras de música, los trabajadores de la música, los representantes de sellos discográficos y testigos de las décadas que encapsulan fugazmente a esta miniserie de seis episodios. Rompan todo es la primera producción audiovisual sobre el rock latinoamericano en formato documental que es distribuida online a través de Netflix y simultáneamente llega a espectadores por todo el mundo, en medio de la pandemia. Son evidentes las lagunas de esta producción audiovisual, entre estas la negación del aporte de la mujer al génesis del rock, las contribuciones de la comunidad chicana y migrante al desarrollo de la identidad del rock latinoamericano y la ausencia de otros países protagonistas como Brasil. Sin embargo, Rompan todo se ha convertido en una experiencia colectiva continental, estemos o no de acuerdo con su manera del tratamiento de la explosión del rock en nuestra lengua y hasta viene a recordarnos la pérdida de la memoria histórica. 

 

El eje central del “rey Midas del rock latino” 

Rompan todo se perfila en la lista de popularidad de series en Netflix, sobre todo, en Argentina donde nace la semilla de esta súper producción ideada por tres argentinos: Nicolás Entel (creador de la serie, y cofundador de la productora Red Creek Productions), Picky Talarico (director y productor audiovisual) y Gustavo Santaolalla (productor musical y director ejecutivo de la serie). Este trío de amigos y realizadores parten desde un lente que posiciona como protagonistas a los artistas consagrados, incluyendo las cuantiosas apariciones de Santaolalla, quien antes de ser conocido como el “rey Midas del rock latino” se inició como músico a los 17 años. Santaolalla comenzó cantando en inglés —como sus contemporáneos en México, que imitaban a figuras de rock anglosajón—, y luego formó la banda Arco Iris alcanzando el éxito haciendo rock con mirada regional. Durante la última dictadura en Argentina (1976-1983) partió al auto exilio en Los Ángeles, California, cuando tenía 25 años, y donde reside hasta la fecha. En los dos primeros episodios de la serie, el documental da cuenta superficialmente de las dictaduras en Latinoamérica. 

 

 

Desde el eje Santaolalla, la serie es un testimonio abreviado que se entreteje por las reminiscencias del productor musical y los músicos que impulsó en México, Argentina, Chile, Colombia, Uruguay y que, hasta cierto punto, reflejan ciertas condiciones sociopolíticas de dichos países que afectaron la identidad y la expresión del rock. Es por esto que uno de los aciertos de Rompan todo —aunque no sea cubierto completamente— es que nos pone frente al espejo de la continua desigualdad social y económica, la represión policial, la amenaza a nuestros derechos humanos, mientras seguimos navegando un año de incertidumbre en medio de un rebrote de COVID-19. El efímero repaso de las dictaduras en México, Argentina y Chile, nos recuerda que la música camina de la mano de la resistencia. Los jóvenes siguen luchando por los derechos humanos, y aunque los gobiernos continúan silenciando voces no se apagan. León Gieco, uno de los cantautores entrevistados en la serie, reflexiona sobre esto en su canción protesta “Hombres de hierro” publicada en 1973: “Hombres de hierro que no escuchan la voz / hombres de hierro que no escuchan el grito / hombres de hierro que no escuchan el llanto / Gente que avanza se puede matar / pero los pensamientos quedarán”.

 

¿Y Brasil no es América Latina?

Rompen todo también deja un gran vacío por excluir de la serie a países como Brasil, donde la Música Popular Brasileira (MPB) tuvo una influencia clave en músicos argentinos como Charly García, quien allí le dio vida a Serú Girán y el debut de la banda Seru Girán grabado en São Paulo durante 1978. Sin embargo, la serie no plantea nada de sus experiencias que tuvieron en ese país que los acogió durante la dictadura. Para conectar con esa narrativa, es imprescindible el testimonio de un músico como Caetano Veloso que aporta a la materia en su libro autobiográfico Tropical Truth: A Story of Music and Revolution in Brazil donde recalca la identidad del rock que se va formando en Brasil con bandas como Os Mutantes, quienes sin remedar a los Beatles, eran “creadores a su mismo nivel”. En el libro de Veloso también se expone a figuras como Rita Lee Jones, una de las figuras más grandes del rock brasileño. Y las exclusiones en la serie no son menores; tampoco aborda la historia del rock en Centroamérica, en el Caribe o en países como Ecuador, Venezuela. ¿Es inexistente el rock ahí? 

 

¿Y las mujeres del rock?

Desde el primer episodio, “La rebelión”, es notable la abismal y desvergonzada falta de investigación en cuanto a la figura femenina en el rock como creadora. A propósito de la mujer rockera en México —en donde arranca y termina la serie con la figura de Álex Lora—, ¿no existieron otras mujeres fuera de Julissa? ¿Enrique Guzmán y Rafael Acosta no recuerdan a Las Mary Jets? ¿Batíz se olvidó de su hermana Baby Batiz o la chilena-mexicana Mayita Campos? ¿Los entrevistados nunca escucharon a la tejana Gloria Ríos quien grabó “El relojito”? 

La historiadora de rock mexicano Julia Palacios comenta en las primeras páginas del libro Sirenas al ataque. Historia de las rockeras mexicanas —escrito por la socióloga y música mexicana Tere Estrada— que “el rock nació masculino, proclamó a su rey y las mujeres no sólo compramos los discos, sino que fuimos las principales protagonistas en la creación de ídolos hombres y en el consumo de toda parafernalia que giraba en torno a la cultura juvenil”. Sigue siendo un hecho que las mujeres seguimos comprando música, abarrotando los conciertos, consumiendo todo tipo de merch, pero las mujeres también nos hemos posicionado como medios, artistas, managers y en distintas facetas esenciales que han impulsando el rock latinoamericano desde finales de la década de 1950. 

 

 

Y sin la mujer como performer tampoco hubiera existido el rock. Personajes como Gloria Ríos, bailarina tejana, cruzó la frontera a la inversa, a los dieciséis años, para emprender sus sueños como música en la Ciudad de México. En el ensayo “Roqueras migrantes en México”, de Tere Estrada para el libro Música sin fronteras: ensayos sobre migración, música e identidad (2006), la autora enfatiza las aportaciones de las mujeres extranjeras como el caso de Ríos en el rock de México: “A mediados de los cincuenta la texana Gloria Ríos, de ascendencia mexicana fue la pionera del rocanrol en México. En 1956 con las Estrellas del Ritmo grabó el primer disco de rock cantado [...]. Sus versiones sonaban muy jazzeadas: arreglos de metales, el contrabajo con walking tipo swing y adornos de guitarra eléctrica”.

 

 

Y aunque hay participación de las músicas mexicanas como Julieta Venegas y Ceci Bastida en la serie, tampoco aportan luz a otras mujeres del rock como aquellas del underground mexicano. ¿Recuerdan a las Ultrasónicas? Existe un registro capturado en una handycam por su guitarrista Ali Gua Gua, música, productora y DJ, quien a través del documental Todos están muriendo aquí, hace un retrato íntimo de su historia en el rock underground de México durante finales de los noventa. Recientemente falleció la cantante y tecladista Tere Farfissa, mujer pionera del garage punk en México, también fundadora de las Ultrasónicas —banda fundamental en el crecimiento de la escena contracultural en este país.

 

 

Este 2020, la música y productora argentina Barbi Recanati —también fundadora del sello feminista Goza Records y conductora del podcast “Mostras del Rock” de la radio online FutuRock— recibió una nominación como Mejor Álbum de Música Alternativa en el Latin Grammy por su álbum debut Ubicación en tiempo real producido desde la independencia. Méritos como estos son testimonio de que la mujer es el presente y el futuro del rock, aunque esto se tocara superficialmente en Rompan todo, y que hasta cierto punto se sintió forzado para no caer en el tema de exclusión de género. Justamente por el historial de la mujer música en Argentina, por su derecho a ocupar más espacios en los escenarios, la poca presencia femenina en el documental habla de la falta de sensibilidad, investigación y conciencia de la producción del documental de Netflix. ¿No dice nada que exista desde 2019 la Ley de Cupo Femenino en los escenarios de Argentina? Aunque aparecen personajes como Celeste Carballo, Fabiana Cantilo, Juana Molina, sus historias se reducen. Los testimonios de la periodista Romina Zallenato en el libro Brilla la luz para ellas: una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020 (Marea Editorial, 2020) conforman un tributo escritural a esas figuras —que aunque no aparezcan en documentales— alimentaron el rock en Sudamérica. Tal es el caso de la recién fallecida Rosario Bléfari, figura esencial del rock indie porteño desde la década de 1990.

En Chile, la periodista Javiera Tapia publicó en este 2020 su libro Amigas de lo ajeno (Editorial Planeta) recopilando las historias invisibilizadas de las músicas chilenas, entre estas narrativas resalta el relato de Mon Laferte —quien aparece en Rompan todo con comentarios sobre otros y no de si misma—, artista que inició su trayecto como solista en la Ciudad de México en bares de rock clásico con sus versiones a temas de Led Zeppellin, Pantera y otras bandas metaleras, y que decidió salir de su natal Chile a los veintitrés años para empujar su vocación como cantautora porque en su mismo país fue una extranjera, solo reconocida por su paso en la televisión. 

Son voluminosas las contribuciones de la mujer en el rock latinoamericano. Para los tiempos que vivimos, ¿es tan difícil aún darle oportunidad a una mujer en formar parte de una producción como Rompan todo? Las decisiones son constancia que el machismo sigue siendo predominante en el rock latinoamericano. 

 

¿Y el norte del río Bravo no aporta al rock latinoamericano?

En Rompan todo también se invisibilizan grandes aportes al rock latinoamericano al norte del río Bravo, como por ejemplo, la música chicana. Fuera del flashazo al angelino Ritchie Valens al inicio de la serie, sin chicanos y pachucos quizá no hubiera existido la Maldita Vecindad. De eso no le escuchamos hablar a Roco, siendo que en gran medida este fenómeno contracultural inspiró canciones como “Pachuco” y que tras el éxito de El circo lanzado en 1991, ellos pudieron viajar a Estados Unidos para presentarse en vivo ante una audiencia migrante y latina. Como menciona el músico Dante Spinetta en el primer episodio: “el rock es el crossover de culturas que hay en América Latina”. Las olas migratorias de norte a sur del continente americano y viceversa aportaron a la hibridez y expansión del rock que hasta hoy en día continúa enriqueciendo su identidad. 

Y aunque Rompan Todo agrega nueva data del rock latinoamericano, sobre todo para las nuevas generaciones, muchos pasajes de su historia son descartados como el caso del impulso de la comercialización del rock en Estados Unidos por la comunidad migrante y sus descendientes. En el Medio Oeste somos testigos de este fenómeno, sobre todo en cuanto se refiere a bandas de rock y ska mexicano, como comenta el escritor de Chicago Raúl Dorantes en su crónica “Del comedor al escenario” en el libro de crónicas ...y nos vinimos de mojados (El BeiSMan PrESs, 2014): “La noche del viernes los pasillos y la pista del Aragon Ballroom son invadidos por jóvenes rockeros de origen mexicano. En la penumbra se distinguen algunos con pelo largo y ese rostro que se va perfilando por el hábito de cantar español; también hay otros que traen el pelo casi a rape y la cara que surge por el uso cotidiano del inglés. Lo común en estos rostros que hoy se han congregado es el coreo de las piezas de El Tri […]. Álex Lora es el abuelo al que vienen a celebrar todos sus nietos: los góticos, los ska, los pop, los funk y los raperos, y en todos estos grupos hay jóvenes indocumentados, residentes y mexico-americanos”.

Fast-forward a las últimas dos décadas, en el episodio final de Rompan todo fue importante darle voz a movimientos como la Avanzada Regia en México que se gestó en Monterrey, Nuevo León, de dónde salieron actos valiosos para comprender también el entorno social al norte del país, que aportó bastante al rock en México con obras maestras como Mucho barato de Control Machete lanzado en 1996 y, que a partir de ese momento, el hip-hop fue otra voz de las realidades sociales. Se tejieron puentes con la juventud afroamericana del Bronx y Harlem que nos dieron el rap. En el caso de Tijuana, colectivos de músicos como Nortec Collective abrieron paso a la expansión de la música electrónica con una mirada regional abrazando la música norteña. Desde entonces se rompían las borders.

 

Y pese a todo me dio nostalgia...

Lo cierto es que Rompan todo llega en un buen momento en este fin de año. Siento nostalgia; añoro el slam en algún venue de la ciudad; extraño el canto al unísono y mirar cómo el sudor salpica la pista de baile; evoco la euforia y los gritos del concierto “en vivo”. Rompan todo también me invitó a recorrer mi adolescencia; añorar aquellas personas con las que disfruté y conocí a temprana edad del rock hecho al sur del río Bravo. Recuerdo rogarle a mi mamá para que me diera el control y poder ver el vídeo de “Florecita Rockera”; asimismo evoco bajar de manera pirata álbumes de rock en español vía torrents (a velocidad de dial-up) y conectar con otros rockeros en MySpace. 

Rompan todo no debería tomarse como “la historia oficial” de un movimiento intercontinental. Si bien es evidente su logro comercial, también brilla por su imperfección y, de alguna u otra forma, nos ha incitado a dejar el soliloquio con la pantalla y nos ha invitado a conversar. ¿Habrá alguien que a partir de hoy indague más en otra escena de rock fuera de esos clásicos que escucha todos los días? ¿Habrá alguien que empiece a valorar los espacios que tenemos para el rock latinoamericano en Estados Unidos? ¿Se aportará más a la realización de trabajos audiovisuales en torno al rock y sus narrativas desde una perspectiva de género? ¿Se ampliará la conversación más allá de las redes sociales?

Tras la pandemia, ¿seremos los mismos? ¿o dejaremos que otros cuenten nuestra historia?